La violación masculina
El otro día iba caminando por la calle cuando me sorprendió una pintada que maculaba una blanca pared: "Violadas igual a putas". No tardó el estupor en dejar paso a una rabia incontenida, acompañada de una ruborizante vergüenza por pertenecer al género masculino. Pues no vacilé en atribuir la autoría de la execrable pintada a la mente calenturienta de un macho. Pero quizá lo más funesto es que esta deplorable idea no es singular, fruto de un reprimido demente, sino que late subliminalmente en el pensamiento de la generalidad de los hombres, para los cuales "hacer el amor", por utilizar un eufemismo, es siempre fuente de placer no desdeñable, infiriendo de esta falaz premisa que en el fondo "la violada goza tanto como su partenaire". Hasta ahora el trauma y vejación que supone el ser violada era triste patrimonio de la mujer, pues sabida es la imposibilidad de que un hombre sea violentado sexualmente por una fémina. Sin embargo, en los últimos tiempos, los hombres han comenzado a engrosar el victimario sexual, y por donde menos se lo esperaban, por detrás y en plena retaguardia. En Nueva York han aumentado espectacularmente las violaciones masculinas propiciadas por homosexuales incontrolados, y el estado mental en que queda el individuo forzado, tras la profanación de tan santo lugar, es tan lamentable como el que padece la mujer, por más que el sector femenino pudiera propalar suspicazmente que en el fondo para el hombre es una nueva experiencia gozosa, ya que se le abren nuevas vías al placer ignoto.-
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