Los marroquíes elegirán mañana a 199 de los 306 diputados que integrarán el futuro parlamento
Dentro de 24 horas, 7.500.000 electores marroquíes serán invitados a depositar su voto en las urnas, mediante el cual se elegirá a los 199 diputados designados por sufragio universal, de los 306 que en total compondrán el futuro Parlamento. Otros 102, los dos tercios de la Cámara, fueron ya elegidos por sufragio indirecto de colegios constituídos; por las Cámaras de Agricultura, Comercio e Industria.
Los cinco diputados restantes, hasta completar los 306, serán elegidos, por primera vez en la historia electoral de Marruecos, por los cerca de cuatro millones de trabajadores marroquíes que se encuentran en la emigración.La votación de mañana es la única que los partidos de oposición consideran mínimamente democrática. Nueve de los 11 partidos políticos que presentan candidatos a estas elecciones han sido autorizados por el rey Hassan II a exponer ante las cámaras de televisión, y en quince minutos de antena, sus respectivos programas electorales.
Algunos de los que han intervenido, como el líder comunista, Alí Yata, y el jefe de la formación marxista leninista Organización de Acción Democrática y Popular (OADP), Mohamed Bensaid, tendrán seguramente dificultades en ser reconocidos por los televidentes. El primero porque sólo apareció ante las cámaras de televisión en 1977, para las legislativas de aquel año, y el segundo, que regresó a Marruecos hace tan sólo tres años, después de ser amnistiado de la condena a muerte que pesaba sobre él, porque es la primera vez que aparece en televisión.
La Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP), que dirige el doctor Abdala Ibrahim, quien fuera primer ministro del primer Gobierno auténticamente nacionalista de Marruecos, a finales de la década de los años cincuenta, es el único de los grandes partidos marroquíes que boicotea por segunda vez unas elecciones legislativas marroquíes, por entender el partido que es inútil participar en ellas ya que, según la UNFP, las elecciones en Marruecos no reflejan las verdaderas inclinaciones del electorado.
Todos los partidos, de izquierdas y derechas, han coincidido al diagnosticar los grandes problemas del presente, que resumen así: un desempleo sin precedentes, que alcanza ya a los graduados universitarios; la carestía de la vida, que condena a una mayoría de familias marroquíes a vivir por debajo de los llamados niveles de subsistencia; el extraordinario déficit del presupuesto y la balanza comercial, y el nivel de la deuda exterior, el más elevado de toda la historia independiente de Marruecos.
Aunque los remedios propuestos oscilan desde la reforma de estructuras que reclama la oposición hasta los mecanismos de mercado tradicionales preconizados por los partidos oficialistas, ni los unos ni los otros proponen recetas milagrosas, que en verdad no existen, para sacar a la economía marroquí de este túnel, que la mayoría predice que durará hasta el año 2000. Sin una posibilidad de movilización de ese tipo, la oposición, y también los partidos oficiales, insisten en la necesidad de consolidar y hacer progresar a la democracia en Marruecos. El llamamiento no es superfluo porque, a lo largo del anterior período legislativo, Marruecos ha conocido dos revueltas populares graves, en junio de 1981, en Casablanca, y en enero de 1984, en todo el país, ha visto a una buena parte de respetabilísimos líderes de la oposición e incluso parlamentarios, encarcelados por delitos de opinión, y ha conocido procesos políticos en los cuales decenas de personas fueron condenadas a altas penas.
Régimen sin oposición política
La integración de los partidos de oposición en el ámbito del régimen ha privado a los marroquíes de la posibilidad de canalizar de manera solvente sus reivindicaciones más acuciantes. Ello ha hecho, y ello tal vez constituya el fenómeno más interesante de los últimos años, que la monarquía, el rey Hassan II, en tanto que rey que gobierna, se encuentra hoy, en la práctica, directamente, y solo, enfrentado con la calle.Por primera vez en la historia de las elecciones marroquíes, la oposición parece haber aceptado la institucionalización de cuotas previas de parcelas en el Parlamento y en el Gobierno, distribuidas en función de los altos designios políticos del régimen.
El futuro panorama político es más o menos conocido de antemano: en el Parlamento no habrá ninguna formación que pueda pretender una mayoría absoluta sobre las demás.
El partido Istiqlal, que ha perdido buena parte del favor del régimen, se atrincherará en una oposición moderada, y los socialistas, en ascenso constante, obtendrán una representación parlamentaria que puede llegar a duplicar su récord de 1977.
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