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Madrid no pierde la calma

La Vanguardia

Llama la atención la rapidez de reflejos con que en París se pusieron en movimiento en cuanto se hizo público el acuerdo de unión que Hassan II y el coronel Gadafi decidieron en Uxda. El presidente Mitterrand se apresuró a ir a entrevistarse con el monarca alauita en su residencia veraniega de Ifran y repitió la visita en menos de tres días, intercalando además una escala en Lisboa, donde el interlocutor fue el primer ministro, Mario Soares. El ministro francés de Asunto& Exteriores' Claude Cheysson, hizo viaje a Argel, Túnez, Rabat y Trípoli, y el de Defensa, Charles Hernu, se llegó hasta Yamena, capital del Chad. Ni por un momento el Gobierno francés consideró que lo de Uxda no iba con ellos, es decir, con los intereses de Francia. (...)Pero no sólo en París comprendieron que no convenía quedarse a ver los toros desde la barrera. El presidente argelino, Chadli Benyedid, fue a La Meca, y el de Siria, Hafez el Asad, visitó Trípoli y Argelia. La comprensible inquietud que ha provocado una unión tan inesperada como imprevisible en sus consecuencias ha sido ocasión de reacciones francamente malhumoradas en Argelia y Mauritania, mientras que otros países, como Túnez, Siria o la lisma Francia, se han guardado los juicios de valor por aquello del respeto a las decisiones soberanas de naciones extranjerás.

Únicamente en Madrid nadie se ha movido. Rabat, por lo visto, queda lejos, y Ceuta y Melilla son rocas intocables de las que Hassan II habla de cuando en cuando por puro deleite retórico. El pasado domingo recogíamos en esta misma columna el aplomo con que Felipe González afirmaba que los acuerdos de Uxda no afectan absolutamente en nada a los intereses de España. Por lo visto, no merecía la pena salir de la Moncloa. Ni siquiera del palacio de Santa Cruz. Todos son amigos. Si deciden unirse, es cosa de ellos. Y si en el Magreb, en la otra orilla de nuestra costa, se enciende la discordia, lo observaremos a olímpica distancia.

4 de septiembre de 1984

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