El delito de incendiar
Pepe da Carballeira dijo que había salido a fumar un pitillo al monte. Le detuvo la Guardia Civil, en Brión, el pasado día 15. El itinerario que había seguido era un rosario de fuego. En Ares, el día anterior, la imprudencia de Modesto Espeso, también a disposición judicial, se llevó por delante diez hectáreas.
En la isla de Arosa, el detenido fue un anciano de 82 años que aseguró quemar el monte "para matar los lagartos y las serpientes". "Sentí un impulso", explicó a los guardias un joven detenido en Cotobade, con varias hectáreas de ceniza a sus espaldas.
Las detenciones efectuadas, pocas en relación con los siniestros supuestamente provocados, no permiten confirmar ninguna de las hipótesis que responsabilizan a sectores concretos de la magnitud de la plaga. Echando mano de la calculadora, Ángel Romero, del Servicio Forestal de la Xunta, estima que este año han actuado como incendiarios, con variable responsabilidad, 400 individuos. Considera que la única solución para atajar esta escalada "es que se produzcan más detenciones".
"Más detenciones y castigos ejemplares", es también una de las medidas propuestas por los grupos ecologistas. "Coger a un incendiario in fraganti es muy difícil", explica el gobernador civil de Pontevedra, Virginio Fuentes. "Se ha sugerido incluso peinar el monte, pero eso es imposible con los efectivos que contamos, aparte de dudosamente eficaz". Según las autoridades gubernativas, la lucha contra los incendios pasa por la colaboración efectiva de la población a todos los niveles. "La gente debe defender el monte y considerar que su quema es un delito".
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