_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Responsabilidad ante el futuro tecnológico

Para un país como España, amante de las artes y las letras, místico y altanero, el concepto de tecnología resulta demasiado pragmático y materialista, señalan los autores de este trabajo. No existen todavía entre nosotros, por tanto, ni los medios humanos ni materiales, ni la sensibilidad, para abordar como se debe la necesaria revolución tecnológica, de la que en gran medida dependerá nuestro futuro, y para cuya realización exigen una planificación profunda y menos palabras y declaraciones solemnes y vacías.

La presión que los avances de las tecnologías de la información están ejerciendo sobre la sociedad ha reavivado una vez más en nuestro país la urgencia -no olvidemos que España es un país de urgencias- de integrarse en el con junto de países desarrollados, ante el temor de quedarse al margen de la llamada "revolución de las nuevas tecnologías". El problema consiste en saber cómo se va a producir la deseada integración, si de la tradicional forma de espectadores pasivos y consumidores activos, o bien con un esfuerzo general que constituya una aportacion digna al progreso común.Este dilema no es nuevo. España ha desaprovechado ya no pocas oportunidades para, incorporarse activamente a la comunidad tecnológica internacional. Unas veces por intereses poco claros, otras por intereses demasiado claros y, en ocasiones, sencillamente por ignorancia.

Cuando se analiza el ambiente español es fácil detectar la carencia de mecanismos que contribuyan, de forma sistemática, a analizar el horizonte tecnológico, con la anticipación y profundidad convenientes, para que la industria y los servicios puedan contar con instrumentos de reacción eficaces que identifiquen las oportunidades más prometedoras de dicho horizonte.

Existen, sin embargo, razones más profundas que los vacíos organizativos para explicar nuestra falta de tradición tecnológica, razones que subyacen en la conciencia, tanto individual como colectiva, de las personas y organismos que protagonizan la vida española.

Para un país como España, amante de las artes y de las letras, místico y altanero, el concepto de tecnología resulta demasiado pragmático y materialista. En consecuencia, no se ha desarrollado la necesaria sensibilidad ni se ha generado el tipo de profesional adecuado, y esto ha hecho que los intentos de puesta en marcha de programas de investigación tecnológica hayan estado, casi siempre, en manos de personas que carecían de las necesarias referencias para captar su verdadera dimensión. El resultado ha sido la práctica carencia de planes globales, es decir, asumidos y respaldados con la adecuada prioridad por los poderes públicos. Esta carencia ha conducido, por instinto de supervivencia en unos casos o por pura lucha vocacional en otros, a la aparición de esfuerzos sin la necesaria masa crítica para incidir en el progreso real del país y para obtener el rendimiento de unas inversiones, por otra parte, insuficientes.

Igualmente la industria española, a imagen y semejanza, ha respondido, por lo general, con esquemas parecidos. Mientras en otros países se detectaba la importancia de la investigación y desarrollo tecnológicos propios, con lo que ello supone de planificacion a largo plazo e inversiones en proyectos de alto riesgo, en España se elegía, por las razones descritas y por la ínsegunidad que supone moverse en terreno desconocido, el papel de intermediario.

Es cierto que, en determinados momentos, las carencias por un lado y la falta de competitividad por otro han resultado tan alarmantes quehan provocado la aparición de tímidos intentos de solución. En esos casos, o bien las soluciones no han sido adecuadas o no han encontrado los cauces propicíos y, en cualquier caso, se han visto impregnadas de nuestra tradicional urgencia histórica de intentar soluciones a muy corto plazo, que sólo contribuyen a retrasar y agudizar el problema.

En los países avanzados, a pesar de disponer ya de medios eficaces y contrastados, se ha conside rado de tal importancia y envergadura el reciente desafio, que se han puesto en marcha instrumentos cooperativos que coordinen e inte gren esfuerzos. Así, en EE UU se han reforzado por un lado los tradicionales mecanismos motores y planificadores del esfuerzo tecno lógico, y por otro, la industria consciente de la debilidad que en estos momentos de rápidos y costosos avances conlleva el esfuerzo individual, se ha unido, salvando recelos competidores, en esfuerzos cooperativos. En Japón son bien conocidos los grandes proyectos, nacionales coordinados y, en gran parte, financiados por el Gobierno con la participación activa de empresas y universidades.

Iniciativas europeas

La CEE ha respondido, entre otras iniciativas, con el proyecto ESPRIT para la cooperación en investigación sobre informática y comunicaciones. Gran Bretaña, por su parte, ademásde colaborar en el proyecto conitinitario, lanza un programa propio (el Programa ALVEY), financiado por la industria y el Gobierno, para planificar, coordinar e integrar los esfuerzos de su industria y centros de investigación. Esfuerzos similares pueden detectarse en Francia, Italia, Alemania, etcétera.

Cuando se considera este tipo de reacciones resulta, una vez más, desalentador comprobar la ausencia de acciones concretas, planteadas y desarrolladas con criterios profesionales, que ayuden a nuestro país a salir de su tradicional insensibilidad y penuria tecnológica. En este sentido parecen condiciones necesarias, aunque no suficientes:

- Inventariar y evaluar la realidad de la investigación tecnológica en nuestro país.

- Definir iniciativas a largo plazo, adecuadamente planificadas para conseguir . la coordinación de esfuerzos y la capacidad de motivación imprescindibles en toda comunidad científica.

- Establecer vínculos institucionales, serios y estables, con los centros más avanzados del mundo en aquellos campos que se consideran prioritarios.

- Instrumentar adecuadamente programas cooperativos que permitan la colaboración entre empresas y de éstas con los centros de investigación en las etapas precompetitivas de la misma.

Para la puesta en marcha de este tipo de acciones es imprescindible, a su vez, un análisis en profundidad de aspectos estes como: la diferencia entre contactos reales y operativos con centros exteriores y el turismo científico o empresarial; los matices diferenciadores entre grupos de investigación contrastados y no contrastados; la definición del tipo de foro y encuentros necesarios para fijar iniciativas viables; la adaptación a nuestro país del concepto de programa cooperativo. Sin ello es impensable hablar de coordinación y resulta ridículo pensar en integraciones con los países tecnológicamente avanzados.

es director del Departamento de Promoción Tecnológica de Fundesco, al que pertenecen también José Barberá y Francisco Ros coautores de este artículo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_