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Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna

La ocasión que no aprovechó Gomelski

J. JOSÉ FERNÁNDEZ, Nunca se habrá podido triunfar tanto con una derrota. Simplemente con no hacer el ridículo en la final bastará. El baloncesto español, pese a los problemas de última hora con la lesión de Fernando Martín, ha aprovechado la ocasión. Gomelski, el entrenador soviético que lo había pronosticado y deseado, no ha podido. España, a fin de cuentas, es el delfín europeo del gran ausente, la URSS. De ese equipo, tal vez el mejor de su historia, con una diferencia de lujo llamada Tkachenko, que debía jugar hoy en su lugar por el título olímpico.

"La lástima es que sea a las cuatro de la madrugada", decía Saporta, al final del partido contra Yugoslavia. Pero olvidaba que es ,sábado y que es agosto. Aunque tampoco habrá mucho que ver, según lo ocurrido en el partido de la fase previa. Estados Unidos es la cuarta dimensión. "Si Bobby Knight me deja a sus pivots, entonces sería otra cosa", ha comentado Díaz Miguel. O Gomelski a Tkachenko, Claro. Pero no podrá ser.

Lo único que queda ya, en un principio, es alegrarse por la primera plata en el deporte olímpico colectivo más importante. Por despertar de un auténtico sueño hasta hace sólo seis años, cuando aún los yugoslavos, por ejemplo, estaban a años luz y España luchaba por recuperarse de su no clasificación para Montreal-76 en el triste preolímpico de Hamilton. El seleccionador utilizó la palabra gozar.

Después, hoy ya, con la peligrosa relajación de quien no tiene nada que perder, España debe tratar de no convertirse durante el partido en el pim pam pum de la nueva fiesta típicamente americana que se prepara en el Foro. Perder, pero con honra. La que ha tenido Díaz Miguel al negarse a hablar en las conferencias de prensa de un comité organizador típicamente americano.

El baloncesto español, sin jugar quizá tan bien como otras veces, ha aprovechado su gran oportunidad olímpica. La que no ha querido la URSS. Pero para eso, como sucede en otros deportes, hay que estar desde hace tiempo entre los grandes. La flauta no toca por casualidad. En el deporte español, porque es casi imposible hacerlo ya de otra forma en el concierto mundial, se terminaron las genialidades aisladas. El baloncesto no es el único caso. Ahí está el waterpolo, por ejemplo. O la vela, donde si han fallado los Gorostegui y Abascal que se esperaba como candidatos a medallas, han estado Doreste y Molina para suplirlos.

En pocas modalidades puede decir España lo mismo, aunque ya en bastantes más que hace unos años. La hípica, por ejemplo, donde de quedar séptimos se pudo ganar medalla. O los atletas, pues aparte de lo que suceda aún, sólo la hemoglobina o el estomago parecen poder quitar a Marín de las medallas. O incluso el balonmano, que no ha aprovechado su ocasión por un segundo.

No pueden decir lo mismo otros deportes. La lucha, sin ir más lejos, donde el presidente Compte puede seguir presumiendo de medallas en sambo. Pero aquí hay grecorromana y libre, las modalidades olímpicas. Y los españoles nunca aspirarán a ganar nada.

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