_
_
_
_
Reportaje:

Las grandes huelgas europeas abren huecos en Mallorca

ENVIADO ESPECIALLa crisis europea de los años setenta quebró para siempre el sueño cosmopolita de Mallorca, y hoy la isla de la calma es un inmenso aparcadero de turistas de escaso poder adquisitivo de todo el continente. En el paso de la Mallorca rural y con tradición contrabandista de la posguerra a la Mallorca actual, donde el monocultivo del turismo supone el 90% de toda la actividad económica de la isla, se prefirió al turista menos rico pero fiel antes que al turista poderoso económicamente pero caprichoso y cambiante.

Y así, si levantasen la cabeza Picarol -el genial pintor mallorquín José Costa Ferrer, creador de una Cala d'Or ejemplar, al este de la isla- o el ilustre poeta argentino Adam Diehl -que puso la primera piedra de una Formentor, al norte, harto imitada después en zonas turísticas selectas del mundo-, se darían cuenta de que han fracasado en su empeño de fundir el turismo con el arte, la naturaleza, el ocío y la belleza con un cierto perfume decadente.

Cala d'Or y Formentor son dos de los ejemplos de lo que Mallorca pudo ser y no fue. Porque el mallorquín, que es sabio, tiene alma de fenicio y ha conocido hasta 14 invasiones de la isla en su historia, ha preferido los 3.500.000 turistas que le visitaron en 1983 para llevarse el mismo dividendo que en Saint-Tropez o Acapulco se haría con la décima parte de personas. La diferencia se compensó con una prosperidad económica envidiable, que ha llevado al habitante de esta isla mediterránea -muy aficionado a las estadísticas- a ser el primer español en renta per cápita a base de alquilar sus 250.000 camas turísticas; a poseer 1,2 vehículos por familia; a tener el primer aeropuerto de España (8.737.000

pasajeros en 1983, con 82.000 vuelos); a tener algunos de los ayuntamientos más ricos del país, como el de Calviá -al oeste de la isla, en uno de los lugares turísticos más masificados, junto a Palma Nova, Magalluf, Santa Ponsa-, cuyo alcalde, el ex cura y dirigente ugetista Francisco Obrador fue el primero en autorizar una playa desnudista (la de Mago) de Mallorca.

Turismo asegurado

Prosperidad económica que el ciudadano mallorquín sabe que desaparecería de un plumazo y se volvería de hecho a la situación de la posguerra si las gran des compañías que dominan el 93% de la demanda turística de la isla (Thompson, Intasun, Cosmos, Thomas Cook, Global, Bea, Tuy, Neckermann, ITS, Spies, TjaerhorJ, etcétera), cumplieran alguna vez su amenaza anual de desviar el turismo a otros países, como Grecia o Turquía, como una forma de presión a la hora de ajustar el precio de las ocupaciones hoteleras de la temporada."A fin de cuentas, el turismo de la isla, como el de la mayor parte de España, tiene el porvenir asegurado cuando la economía va mal, según Jaime Cladera, conseller de turismo del Gobierno balear. "Esta afirmación probablemente no le gustará al ministro de Hacienda, Miguel Boyer, pero resume como ninguna la importancia que para el sector turístico tiene el hecho de que la paridad de la peseta con respecto a las monedas europeas tenga tendencia a la baja", prosigue Cladera. Y en Mallorca, la filosofía ha ido dirigida más a que importe menos que un determinado empresario hotelero tenga pérdidas que al hecho de que los beneficios del sector vayan creciendo año tras año en una guerra contra la estadística misma. Visto desde la Península, quizá después de que Mallorca dejase de ser el paraíso de unas merecidas vacaciones -sólo un, 9% del turismo es nacional, y está contratado mayoritariamente también por operadores turísticos y después incluso de que se dejase de vender la isla como el paraíso de los viajes de luna de miel, la cuestión parece haberse quedado en esto: cumplir las previsiones hechas antes desde el Gobierno central y ahora desde el Gobierno balear de superar los 3.568.000 turistas de 1983, como se vienen superando, con algunos altibajos, año a año, los, 647.000 turistas de 1961, ahora que están a punto de cumplirse' las bodas de plata de Mallorca con el turismo masivo.

Pero si es cierto que en lo que va de año se ha aumentado en un 9% la entrada de turistas en Mallorca, no lo es menos que ha habido un porcentaje significativo que no ha ocupado plaza hotelera. Comienza a extenderse el fenómeno del turismo negro, es decir, centenares de familias que o bien comparten, de dos en dos y hasta de tres en tres, una misma vivienda, o bien alquilan casa o apartamento directamente, fuera de cualquier control, a mallorquines -son millares los que disponen de una segunda y hasta una tercera vivienda- o a los inversionistas extranjeros que han comprado casa en la mayor de las islas mediterráneas españolas.

El importante descenso en la ocupación hotelera en junio y julio pasados -no se alcanzó el 65%, con más de 50.000 plazas sin cubrir- fue explicado oficialmente por las huelgas de los metalúrgicos alemanes y de los mineros ingleses, la principal cantera turística de la isla: dos de cada tres visitantes, incluidos los españoles, son alemanes o ingleses" seguidos a mucha distancia por holandeses, suizos y belgas. A cualquiera de ellos le cuesta una estancia de 15 días en Mallorca en un hotel de tres estrellas, incluido el viaje, los desplazamientos, desayuno y media pensión, desde cualquier punto de Europa, entre 75.000 y 80.000 pesetas, pagaderas en origen y en la moneda propia, según los márgenes comerciales de las empresas de vuelos charter, hasta el punto de que, por ejemplo, para un jubilado sueco es tan barato o más residir en Mallorca fuera de temporada que en su propio país.

Concursos varios

Los turistas están poniéndo en aprietos a muchos de los 1.470 restaurantes o de las 1.269 tabernas de la isla, porque los grandes operadores turísticos han impuesto también un código de conducta del visitante adecuado a su falta de medios económicos, por mucho que los responsables del turismo balear insistan en que se trata de un turismo masivo de clase media. Un ciclo vital diario que termina, tras el baño, el sol, la playa,- la ducha y la cena en el hotel -contratado en origen-, con la presencia de una figura relativamente nueva, que es la del animador de concursos y a tracciones de todo tipo, cuando hace años a esas horas comenzaba la hora de los restaurantes, las cafeterías y las discotecas.El negocio de los hoteles ahora, a la vista de los estrechos márgenes que permiten los operadores turísticos, consiste en retener al mayor número de turistas durante las noches en sus bares y discotecas -los negocios más rentables de un hotel mallorquín- con concursos y diversiones: desde la elección de Miss Simpatía o de la jovencita que tiene el pecho más grande y robusto, a la competición por ver quién logra comer más plátanos en tres minutos. Ése es el nivel. Hasta las excursiones por la isla están vendidas de antemano, y suelen tender más a ser gancho de ventas de artesanía y recuerdos que muestras del gótico mallorquín, de las hermosas cuevas naturales de Drach, Artá o Manacor o del monasterio de Valldemosa.

Lo que se tiende a ocultar cuidadosamente tras la masificación de El Arenal, Can Picafort, Palma Nova, Magalluf o Santa Ponsa es la no muy elevada educación cívica que muestra una parte de los turistas, la violencia nocturna que se registra en esas grandes concentraciones hoteleras, el trasiego de drogas, la prosperidad de locales nocturnos de top-Iess que encubren prostíbulos, el negocio de los licores adulterados, etcétera.

La parte de turismo de calidad, que también la hay, aunque en porcentaje mínimo, queda desplazada por el aluvión estival de clientes de operadores turísticos que prefieren decididamente ser y comportarse como vacacionistas antes que como turistas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_