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El problema demográfico

Los demógrafos han calculado que desde el siglo XVIII a hoy han vivido tantos hombres como en el curso del millón de años precedentes. El Homo sapiens, que biológicamente puede vivir unos 110 años, tenía una esperanza de vida de 30 hace 200; hoy ésta ha subido a 70. Estos datos, que explican la explosión demográfica mundial, se unen a otros de formidables movimientos migratorios. Los estudiosos de la prospectiva del Banco Mundial calculan que la población actual del planeta, de 4.750 millones de habitantes, habrá pasado a los 8.300 millones en el año 2025. Frenar el auge supondría un gasto de 7.600 millones de dólares sólo en fondos para el Tercer Mundo.De la conferencia anterior, celebrada en 1974 en Bucarest, en vísperas de que se desarrollase la crisis económica, a hoy han cambiado mucho las cosas. Tengamos en cuenta que en 1974 China y los países tercermundistas minimizaron el problema, sosteniendo que el crecimiento de la población era bueno en sí. Hoy, con sus casi 1.100 millones de habitantes, China plantea un drástico programa de reducción de nacimientos: cada pareja sólo podrá tener un hijo, con lo que ha hundido su natalidad. Estados Unidos y el mundo desarrollado en general sostenían en Bucarest que era preciso frenar el avance demográfico.

En Máxico parece que, en cambio, Norteamérica va a alterar su postura: la población es capaz de aumentar y de hacerlo de manera compatible con el desarrollo económico. Detrás de esta última postura se encuentra un hecho bien claro. La tasa anual de variación de la población mundial, que medida en porcentaje era de un 1,84% en 1950-1955, subió hasta 2,06% en 1965-1970, el momento culminante del famoso baby boom. Pero desde entonces se ha derrumbado el porcentaje, que es ya del 1,67% para 1980-1985. La natalidad de los países en vías de desarrollo, exceptuada, por supuesto, China, bajó del 45,3 por 1.000 en su cumbre de 1955-1960 al 36,5 por 1.000 en 1980-1985.

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