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Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna

China pierde su primer título en halterofilia

J. J. F., China perdió en la categoría de 75 kilos su primer título en halterofilia. Se lo ganó el alemán occidental Radschinsky, a la módica y habitual diferencia de 30 kilos menos (340 contra 370) del récord mundial, en posesión del soviético Kuznetsov.

El chino Li Shunzhu, quinto, se quedó a 47,5 kilos. A la quinta fue la perdida. Pero sigue ganando medallas de oro en tiro, para no variar, gracias en esta oportunidad a Wu Xiaoxuan, en carabina de pequeño calibre, tres posiciones, femenina.

Hay récord de participación en los Juegos -gracias a los chinos, por ejemplo-, pero faltan unos cuantos importantes que no habrían permitido un regreso del gigante oriental al olimpismo tan lucido para la fría estadística.

Estados Unidos, por su parte, sigue arrasando, como se esperaba, en natación; también lo gana casi todo en el ciclismo de pista, en el que tampoco hay soviéticos ni alemanes orientales. Al triunfo en persecución de Hegg se unirá el de velocidad, al ser los dos finalistas estadounidenses. La afición a la bicicleta ha subido aquí. Pero todavía no es, ni mucho menos, obligatoria.

También los anfitriones han obtenido en lucha grecorromana dos de las seis medallas de oro disputadas ya en las categorías de 48, 52, 62, 74, 90 y más de 100 kilos de peso corporal. Concretamente, las dos de pesos máximos, las que nunca habría podido ganar ahora en caso de estar la URS S presente en los Juegos.

Los norteamericanos han logrado algunos títulos olímpicos y mundiales aislados, pero el dominio actual soviético es total en esta modalidad, apoyado por Bulgaria. Y, especialmente, en las categorías de mayor peso. Lo que ocurre aquí, aunque también se quiere olvidar, es que Estados Unidos no lucha con la UR SS. Algo, en realidad, curioso.

Todo, escenas emotivas

Jeffrey Blatnick, un mocetón de más de 100 kilos, se echó a llorar cuando le entrevistaba la inevitable cadena de televisión ABC nada más ganar la final de la categoría. Luego llegó su madre, una señora gruesa como él, y, entre las lágrimas y el copioso sudor del atleta, se separó empapada. Fue una escena emotiva. Una más de las que se están dando en Los Ángeles y que, hasta ahora, en la lucha, eran casi insólitas.

La lucha es una modalidad aburrida, muy técnica y quizá reiterativa, especialmente la grecorromana, que no permite llaves a las piernas como la libre. Pero la superioridad soviética la había hecho mucho más pesada.

Al faltar la URSS, todo está mucho más abierto. Hasta ahora, aparte de los dos estadounidenses -el otro, en 90 kilos, anteayer-, un italiano ganó los pesos mínimos, 48 kilos; un japonés, los 52; un coreano, los 62, y un finlandés, los 74.

Un recuerdo imborrable, pues, para la estadística porque en la variación, como en los sellos o cualquier objeto raro, dicen que está el gusto. El gusto americano, claro.

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