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Reportaje:INVERSIONES

Una rentabilidad de pega

La inversión en sellos ha llevado al desastre a más de un ahorrador

Hacia 1950, el furor filatélico hizo su aparición en España. Hasta ese año, los pocos coleccionistas que existían se dedicaban a eso, a coleccionar, y hubieran preferido vender un brazo o una pierna antes que especular con aquella pieza única que enseñaban con orgullo a quien quisiera verla, e incluso a quien no quisiera.Pero los inversores se dieron cuenta de que la afición por los sellos podía dar dinero, que piezas comunes se revalorizaban año tras año y cada vez con unos incrementos mayores debido a una demanda ascendente. Era cierto que los sellos habían registrado una revalorización anual del 17,5% a lo largo de las siete últimas décadas. Fatalmente se llegó a la conclusión de que se estaba ante un activo rentable. Algunos coleccionistas, sin embargo, consideran que ese concepto es equívoco, "porque el sello no genera rentas sino que simplemente es conservador frente a la devaluación de las monedas".

Quizás estén en lo cierto quienes han sustentado estas teorías, y la historia, de alguna forma, les da la razón. Pero esta conservación del poder adquisitivo de la inversión ha sido lo suficientemente importante para que los sellos hayan sido catalogados como un valor refugio.

Quien más y quien menos se compraba un catálogo y contemplaba dibujados aquellos sellos que aún no estaban en la colección. Había que comprarlos como fuera. El hecho de que un ejemplar con un valor facial de una peseta costase dos o tres pesetas, ¿qué importaba? Pero no ocurría lo mismo con aquéllos que habían acumulado hojas enteras con estos valores y que podían obtener unas rentabilidades increíbles.

Posiblemente los involuntarios responsables de aquel proceso hayan sido los niños. Sus padres se gastaban el dinero en un catálogo para el jovencito y podían comprobar cómo un sello de 1950, que ellos mismos habían tirado a la basura, aparecía en aquellas páginas con un valor infinitamente mayor. Y se ponían a calcular cuántos sellos como aquel habían desechado y cuánto dinero podrían haber obtenido por aquellas piezas.

Para tener una idea aproximada de la cotización de un sello en el mercado es imprescindible manejar con cierta soltura un catálogo que goce de buena reputación entre los aficionados. Las tres publicaciones de este tipo más importantes en España son Edifil, Ricardo de Lama y Filabo. Pero los principiantes deben tener bien presente que los precios de los distintos ejemplares no son una garantía real, sino un indicativo que frecuentemente no se cumple a la hora de vender y, quizás en muchas ocasiones, ya ni incluso a la hora de comprar. Verdaderamente, la única posibilidad de saber el valor real de una pieza en el mercado son las subastas que realizan periódicamente los comerciantes especializados. Aquí, el precio del catálogo sirve como termómetro comparativo, ya que si se paga por encima de lo catalogado es señal de que la demanda se fortalece.

Las dentelladas del sello

La mentalidad de los futuros inversores en sellos se estaba plasmando en el ambiente; para mal de muchos, por cierto. Y así nacieron las sociedades de capitalización filatélica, que prometían importantes revalorizaciones. Miles de ahorradores, faltos de experiencia y de conocimientos filatélicos, cambiaron sus billetes de banco por unos ejemplares que, con cierta frecuencia, no llegaban ni a tener en la mano. Las ganancias parecían aseguradas. Y se pasó de la compra de ejemplares sueltos a la de hojas completas de emisiones.Las sociedades filatélicas solían ofrecer una plusvalía teórica del 17%, aunque algunas ofrecieron hasta un 20%. De esa manera, con una cuota de 1.000 pesetas mensuales se acumulan 252.000 pesetas en un período de 21 años, momento en el que la sociedad de marras se comprometía a recomprar los sellos y el hipotético cliente recibía un millón de pesetas. También se ofrecía otro tipo de inversiones a corto plazo, que consistía en una cartera filatélica valorada en torno a las 100.000 pesetas, igualmente con garantía de recompra. Combinando la inversión a corto y largo plazo garantizaban una renta mensual que se basaba en la venta periódica de determinados ejemplares.

Pero eso no ha sido así. Todas, o casi todas, aquellas sociedades se encuentran hoy con el agua al cuello. Las más serias, como Cafisa, han tenido que negociar con sus clientes el aplazamiento de los pagos. Esta sociedad, que ha despertado la admiración del mundo filatélico por su honesto comportamiento, se comprometía a la recompra de todos los sellos con un 4% de incremento. Y no hay que olvidar que Cafisa es una empresa fuerte, que en el último ejercicio sano realizó unas ventas de 1.631 millones de pesetas, frente a unas recompras de 562 millones.

Otras sociedades, más alejadas de esta deontología profesional, se han encontrado con denuncias por estafa e, incluso, en algún caso concreto, los responsables de la empresa han tenido que poner los pies en polvorosa.

Sin embargo, muchas personas se dedican habitualmente a este tipo de inversión con resultados positivos. Los especialistas calculan que actualmente medio millón de personas, entre comerciantes, coleccionistas e inversores adquieren sellos de Correos cada año, con un volumen de negocio en torno a los 3.500 millones de pesetas.

Aquellos que llegan a buen puerto suelen ser coleccionistas que han atravesado la barrera del hobby y conocen perfectamente el mercado. Los más hábiles recomiendan a los neófitos en este terreno que diversifiquen sus compras, adquiriendo series muy variadas, preferentemente de las que los técnicos denominan del segundo centenario -es decir, las emitidas después de 1950- y con elevado valor facial.

Otro consejo es detectar aquellas emisiones que tienen la posibilidad de registrar mayores revalorizaciones. Pero, desgraciadamente, esto no es fácil. Los expertos están muy pendientes de aquellas emisiones que se agotan rápidamente en las oficinas de Correos, ya que eso supone una buena demanda y, por consiguiente, un alto interés por parte de los coleccionistas. En este terreno, sin embargo, hay que tener presente el riesgo que comportan las emisiones conmemorativas, ya que la mayoría de estas compras se realizan como recuerdo por personas que no son muchas veces coleccionistas habituales.

Un refugio para el 'dinero negro'

Tampoco el inversor puede olvidar que la Administración especula a la hora de planificar las emisiones, ya que éstas se han convertido en un suculento negocio para el Estado. Por ejemplo, en 1984 los ingresos previstos por el Tesoro mediante las distintas emisiones de sellos de Correos ascienden a 4.327 millones de pesetas, a pesar de que esa cifra supone un descenso del 45,6% respecto al año anterior. Un número excesivo de emisiones devalúa el mercado filatélico de un país.El hecho de seguir atentamente el número de ejemplares de tirada de cada emisión (las tiradas pequeñas serán más demandadas mañana) y la temática (muchos coleccionistas sólo trabajan los ejemplares bonitos o de temas muy concretos) son otros elementos básicos a la hora de saber si puede ser conveniente invertir en una serie determinada (cuando consta de varios ejemplares con valores faciales distintos, se cotiza más cuando está completa).

Como parecía inevitable, el mundo filatélico ha servido, desde 1979, como refugio al dinero negro, ya que este tipo de inversiones goza de grandes dificultades para su control. Pero ya en la ley de presupuestos de este año se contempla que los timbres de valor filatélico pueden ser motivo de investigación fiscal. Aquellas personas físicas o jurídicas que promuevan esta inversión tienen que declarar a Hacienda. Y es que, como ya ha dicho casi todo el mundo, el futuro ya no es lo que era.

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