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Las cenizas de Daniel Lumpkin, en la calle de la Estafeta

Daniel Lumpkin, de 38 años, norteamericano, tenía previsto acudir, un año más, a los sanfermines. La muerte le sorprendió unas semanas antes y le impidió participar en estas fiestas y poder correr delante de los toros por la calle de la Estafeta. Sus amigos trajeron sus cenizas a Pamplona y las esparcieron al viento coincidiendo con el disparo del cohete anunciador de los Sanfermines-84. Éste era el homenaje de sus amigos daneses, norteamericanos, holandeses y españoles.

Daniel Lumpkin leyó un día a Ernest Hemingway -pregonero mundial de los sanfermines- y pensó que aquello que decía el escritor norteamericano sobre estas fiestas no podía ser verdad. O sólo podía ser cierto en parte. Así que el 6 de julio de 1977 se presentó en Pamplona para comprobarlo personalmente. Después de ver los sanfermines con sus propios ojos, empaparse de su ambiente y, sobre todo, de participar activamente en la fiesta, se enamoró perdidamente de ella.Y desde entonces, todos los años acudía puntualmente a su cita con Pamplona, donde hizo multitud de amigos, principalmente norteamericanos, daneses, holandeses y españoles, con quienes, en ocasiones, corría en el encierro delante de los toros porque eso, según decía, lo llevaba en su corazón.

Bombero retirado

Cuando este capitán de bomberos norteamericano, retirado recientemente a consecuencia de un accidente laboral, se encon traba preparando su nuevo viaje a Pamplona, la muerte le sobrevino de modo inesperado, en California, el pasado 9 de mayo. Su familia comunicó este hecho a todos sus amigos.

Tras la incineración de sus restos, sus familiares remitieron por avión las cenizas de Daniel Lumplkin a sus amigos, y éstos, a su vez, las trajeron a Pamplona con el fin de que se quedasen para siempre en esta ciudad. Toda su cuadrilla de amigos, unas 25 personas, reunida en las murallas de El Redín, coincidiendo con el disparo del cohete anunciador de los Sanfermines-84, el pasado día 6 de julio, esparcieron al viento sus cenizas y, posteriormente, las rociaron con charripaña. Era su pequeño homenaje. "Todos los años", afirma Jes Christiansen, uno de sus más íntimos amigos, de nacionalidad danesa, "volveremos al mismo sitio el día 6 de julio, a mediodía, pa ra recordar a Danny". En el encierro de los toros del día 7 de julio, tres personas, colocadas en lugares diferentes del recorrido, esparcieron también las cenizas de Daniel Lumplkin. Y es que este norteamericano era un enamorado de los encierros, que corrió por vez primera acompañado de Jerónimo Etxegaray, uno de los corredores habituales y a quien consideraba su profesor en esta peculiar disciplina.

"La familia de Danny no ha estado nunca en Pamplona y no conocía las fiestas", señala Lilla Loft Lauritzen, otra de sus amigas. "No entendía", agrega, "por qué quería venir a San Fermín. Lo que, sin embargo, sí sabían ellos es que aquí tenía su corazón".

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Cuando se le pregunta a Lilla qué sintió ella cuando tiró al aire las cenizas de su amigo, se encoge de hombros y no sabe qué contestar: "Eso", comenta, pasados unos segundos, "no se puede describir. Sentí un escalofrío por todo el cuerpo y se me puso la carne de pollo, ¿se dice así? Luego, tras meditar en silencio durante unos minutos, comenzamos a gritar ¡San Fermín! ISan Fermín! y a vivir la fiesta".

Vuelta a la normalidad

Tras el pobre de mí -frase coreada en el final de las fiestas, en la noche del pasado sábado-, Pamplona amaneció esta mañana dormida, en contraste con los nueve días anteriores y con la normalidad recuperada.

Según las estimaciones, fueron unos 140.000 los europeos que se trasladaron a la capital navarra para participar en las fiestas. A ellos hay que añadir miles de norteamericanos y latinoamericanos.

El próximo febrero, una año más, estarán agotadas ya todas las plazas de hoteles y pensiones. Miles de personas volverán a dormir desde el 7 de julio en parques y jardines, en los bancos y los portales. No obstante, y como hacía el fallecido Daniel Lumplkin, el norteamericano cuyas cenizas faron aventadas este año en el encierro, los visitantes prepararán ilusionados su viaje para gritar en Pamplona ¡Viva san Fermín!

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