Un sir con los pies descalzos
Cuando, a los 41 años, Abebe Bikila falleció en Addis Abeba, Haile Selassie, el emperador etíope, le concedió el mayor título honorífico de este país, el de Ato, que tiene la categoría y el rango del sir británico. Bikila se había merecido un título como ése. De guardia del emperador pasó a sargento y posteriormente fue Ato. Tales ascensos fueron correspondientes con otros que él había logrado en su vida deportiva gracias a sus piernas voladoras. El atleta que empezó corriendo con los pies descalzos y ganó la medalla de oro en Roma, ratificó su triunfo cuatro años después en Japón, consagrándose como el primer maratoniano que ganaba esta prueba en dos Juegos Olímpicos seguidos, hazaña en la que Emil Zatopek se dejó casi las plantas de sus pies por conseguirla.En Japón el triunfo de Bikila fue diferente. Corrió con zapatillas, obligado por los jueces, que quizá observaban alguna ventaja en el correr descalzo del etíope. Entró en la meta con cuátro minutos de ventaja sobre el segundo clasificado, fresco y radiante de felicidad. Ya con 36 años, Bikila intentó lo imposible. En México-68 buscó su tercer triunfo consecutivo en unos JJ OO. El éxito se le negó y se vio obligado a abandonar en el kilómetro 17, resentido por una lesión en un tobillo. Fue ése el final de su brillante carrera de hombre-maratón. En 1969 sufrió un grave accidente que le dejó paralítico. Asistió a los juegos de Munich, como técnico del equipo de maratonianos de Etiopía, en una silla de ruedas.
Éstos serían sus últimos Juegos Olímpicos. A la edad de 41 años falleció víctima de un derrame cerebral. El mito Bikila había sido humilde cuando gozó de la gloria y cuando soportó la desgracia. Como él aún no ha salido otro igual.
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