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Reportaje:Preparativos de los Juegos Olímpicos de los ángeles

Abebe Bikila, el etíope que conquistó Italia

Abebe Bikila era un hombre completamente desconocido para todos aquellos que en Roma observaban impresionados cómo este atleta etíope, que corría con los pies descalzos, llegaba con los brazos abiertos al Arco de Constantino. Los cronistas, que habían estado redactando biografías sobre el principal favorito, el marroquí Rhad, tuvieron que dirigirse rápidamente a la reducida delegación etíope para recoger datos del nuevo dios olímpico.Para el emperador etíope, Haile Selassie, el triunfo de Bikila en suelo romano, ante el Arco de Constantino, sobre el asfalto de la Appia Antica, era casi una revancha de aquel octubre de 1936 en que tuvo que salir de su país ante las invasión fascista.

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Un sir con los pies descalzos

Veinticuatro años después de ese acontecimiento el mundo había cambiado mucho. Las relaciones entre las dos Alemanias y entre Estados Unidos y Cuba eran tensas. Los soviéticos ya habían enviado naves al espacio. Y África había sido descolonizada. Italia perseguía la organización de unos Juegos Olímpicos desde 1908. Problemas políticos, las dos guerras mundiales y compromisos adquiridos por Pierre de Coubertin y el Comité Olímpico Internacional (COI) habían impedido su designación como sede. Roma, sin embargo, cumplió con creces. Se llevó las mejores críticas y fue señalada unánimemente como la mejor sede que habían tenido los Juegos, quizá porque habían sido unos Juegos millonarios, que habían hecho olvidar los más austeros celebrados en Melbourne y en Londres. Fue en Roma donde los Juegos empezaron a mercantilizarse.

El final de un dominio

La organización fue brillante. Emocionante en todas sus pruebas. Trágica para un ciclista danés. Vibrante para los 5.348 atletas (entre los que había 610 mujeres) que participaron representando a 83 países, cantidad que también batió todos los récords. Cayeron muchas plusmarcas e inmejorables imágenes quedaron grabadas en la mente de todos los aficionados.

Los norteamericanos no perdían una final en los 100 metros masculinos de atletismo desde 1936. Aquel año el gran Jesse Owens,fue imbatible, pero en Roma surgió Armin Hary, de la República Federal dé Alemania (RFA), que subiría al podio por la medalla de oro rompiendo con toda una tradición. Desde 1896 primer año en que se disputaron los Juegos, el salto de altura mas culino había sido ganado por los estadounidenses en 11 de 13 ocasiones. El soviético ChavIakadze, con un salto de 2,16 metros, batió en la final al norteamericano Thomas, que ostentaba la plusmarca mundial con 2,23. En 200 metros, Estados Unidos también había ganado 10 títulos sobre 12 disputados en los anteriores Juegos Olímpicos. El italiano Livio Berruti, de 21 años, con gafas negras y con más aspecto de seminarista que de deportista, batió en la mis ma línea de meta al norteamericano Lester Carney, igualando el récord del mundo (20.5) y llevando el delirio a las gradas del estadio olímpico.

Tampoco perdían los norteamericanos una final de 800 desde 1936. Un neozelandés, Peter Snell, que luego pasaría a la historia como uno de los mejores mediofondistas del mundo, rompió la imbatibilidad estadounidense en la prueba superando el récord del mundo. Las derrotas no acabaron ahí para Estados Unidos. En relevos 4 por 100, el equipo de la República Federal de Alemania acabó también con la racha triunfal norteamericana,"mantenida desde 1920. En atletismo, EE UU sólo ganó una carrera, la de los 400 metros, con Otto Davis, un ex jugador de baloncesto que comenzó a competir en las pistas a partir de los 26 años. Y ganó también en salto con pértiga, longitud, peso (Bill Nieder, que batió tres veces el récord del mundo en estos Juegos), disco y decatlán.

Los soviéticos brillaron con sus triunfos en 10.000, altura y martillo, además de las victorias femeninas de las hermanas Tamara (oro en peso y plata en disco) e Irina Press (oro en 80 vallas). En féminas, las soviéticas ganaron seis medallas, por tres las norteamericanas, dos de ellas conquistadas por la elegante Wilma Rudolph, oro en 100, 200 y 4 por 100. Wilma había acusado de pequeña una escarlatina mal curada, que se había complicado con una pulmonía. Perdió el uso de la pierna derecha, que recuperaría en los años de la adolescencia.

Tragedia

El momento más triste de los Juegos se produjo cuando el ciclista danés de 23 años Knud Enemark Jensen encontró la muerte tras disputar la prueba de los 100 kilómetros en ruta. En principio, el diagnóstico médico indicó que Jensen había fallecido a causa de una insolación. Hizo falta un examen en profundidad del cadáver del danés para saber que la causa de su muerte fue una sobredosis de estimulantes. Éste fue el primer caso,de doping en los Juegos, una alarma que abriría un nuevo capítulo en la historia del deporte.

En natación, la primera sorpresa se produjo en la prueba de 100 libres, donde el campeón de los Juegos de Melbourne, el australiano John Henricks, resultó eliminado en la primera serie. En esta prueba ocurrió uno de los sucesos más polérnicos de los Juegos de 1960. En la final, el australiano Devitt, plusmarquista del mundo, medalla de plata en Melbourne y primer hombre que había nadado esa distancia en menos de 55 segundos, fue proclamado vencedor ante la sorpresa del público, de los periodistas y de los propios nadadores. Devitt libró una dura prueba con el norteamericano Larsson, que, a juicio de todos los presentes, tocó primero que el australiano la línea de meta. Los jueces consultaban sus cronómetros y ninguno de ellos concordaba. La decisión final la tomó el juez prin cipal, que levantó las manos a Devitt. Este episodio provocó la protesta de los nadadores, que pidieron un verdadero cronómetro automático.

Australia confirmó su potencialidad en la piscina. Ganó en 400 libres, donde Murray Rose demostró que la dieta de algas marinas que le preparaba su madre era efectiva, y se adjudicó su segunda medalla de oro en unos Juegos; el triunfo más destacado lo obtuvo John Konrads, un chico de 18 años que en su infancia había sufrido una poliomielitis, que venció en los 1.500 metros imponiendo un nuevo récord del mundo. En féminas, sólo una victoria australiana, la de Dawn Fraser 100 libres.

Entre los nombres destacados también figuraron los de los boxeadores Cassius Clay y Nino Benvenutti, posteriormente campeones del mundo en el campo profesional.

El día de la clausura de los Juegos, los 285 representantes soviéticos habían sumado un total de 103 medallas (43 de oro, 29 de plata y 31 de bronce) y 71 los norteamericanos (34, 21 y 16). Italia había desplazado del tercer puesto olímpico a Australia, que fue relegada a la cuarta posición, mientras que España ganaba una sola medalla, de bronce, gracias al equipo de hockey sobre hierba.

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