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La chanza

No es descartable que alguien cercano al Gobierno o en el Gobierno haya vivido con complacencia esta zumba consistente en amagar una crisis y no darla. Numerosos juegos de burla infantil están basados en este ardid de hacer aparecer como una cosa lo que resulta ser otra o en simular un acontecimiento lo que finalmente no lo es. Son entretenimientos parvularios que adormecerían a los adultos si no se les agregara la benevolencia que suscitan los niños, precisamente viendo lo engañados que viven. Las jerarquías políticas, y, también los periodistas, que con más frecuencia de lo que estamos dispuestos a perdonarnos nos colocamos en esta situación, deberíamos arrepentirnos. Puestos a ser francos, ¿a qué ciudadanos interesaba de verdad esta crisis? A veces parecemos tontos. La crisis es cruel o voluptuosa para los afectados, es decir, para los miembros de la Administración, que así censurarán a nuevos colegas y cenarán con otros matrimonios; pero para la gente que mira el telediario?Pocas veces se tuvo en las manos una cosa de más sosa contextura argumental. Podría incluso decirse que el grado de la creada expectativa es proporcional al teT dio preexistente. En estos casos incluso un insulso cambio parece prometer una diversión extraordinaria. Pero he aquí la ventaja para el enredo.

Bien, no hay cambio de ministros. Un chasco. Pues ya ven, ahorá es cuando va a haber cambio de ministros. ¿Comprenden la broma o la añagaza? Desde luego es muy enternecedor todo esto. Parecemos tontos, pero ¿quién ha de discutir la positiva disposición para revestirse de niños?

Como con los encuentros de la selección, lo más apreciado es la incertidumbre, y lo menos espectacular, el resultado. El espectáculo, faltos de otro espectáculo, está en la promesa del espectáculo, y de esto ha de reconocérsele la producción al Gabinete y a sus amenizados entornos, que discurren sin tregua.

Algunas mentes adultas guardan quizá tras lo sucedido una punta de rencor. Es muy claro: no entienden la benéfica intención del gobernante ni tampoco la tentación de chanza paternal que el mismo poder conlleva.

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