Covadoinga López Granda
Una asturiana será la auditora ollímpica encargada de registrar los resultados de las 7.000 pruebas que disputarán 12.000 atletas
No sabe aún muy bien cuál va a ser su labor. Por lo pronto, tiene claro que el 20 de julio está citada en la villa olímpica, donde la uniformarán y someterán a un duro entrenamiento de siete días. Le aguarda un trabajo duro, "algunos días hasta las 12 de la noche, pero no me importa, me muero de alegría", dice. Sus compañeros bromean con que podría venirse a España con un marido como el atleta Carl Lewis, porque no es racista. "Cuando la URSS anunció el boicoteo se divertían en la oficina au gurándome que se susperarían los Juegos Olímpicos".La auditora olímpica española, heredera del espíritu viajero de la Asturias emigrante, cree a pie jun tillas que la Virgen de Covadonga la protege. Cuando menos, su vida está revestida de cierta magia, de cierta oportunidad. Hace ocho años iniciaba su profesión de auditora y era enviada a trabajar a Portugal cuando aún latían los primeros efectos de la revolución de los claveles. El pasado año la desplazaron a Londres, aunque no fue a auditar la Rumasa británica. Sin embargo, se cruzó en las calles de Chelsea con la figura beatífica de Ruiz-Mateos, acompañado de sus tres hijas, a pocos metros de su apartamento. "Era una calle poblada, pero estoy segura de que el empresario de la abeja no advirtió que era auditora", comenta.
La aventura es consustancial con su personalidad. Si Gadafi no le hubiera negado el visado por no tener cumplidos los 35 años y ser soltera, ya hubiera solicitado trabajo en la oficina de su empresa en Libia. "En mi designación para los Juegos Olímpicos pudo haber influido mi afición a viajar y la mentalidad internacional que me he ido formando", afirma. No va a llevar fabes a Los Ángeles- porque se conforma con las hamburguesas.
Su condición de mujer no le ha creado demasiados problemas profesionales. No se define como feminista, aunque "siempre hago lo posible para que Contraten mujeres en mi empresa". Está curada de espanto sobre la primera impresión de sorpresa que produce cuando los empresarios descubren que quien les va a auditar es una mujer.
"Cuando comprueban que eres toda una profesional desaparecen las desconfianzas", responde. No ha recibido ningún soborno. Tampoco ha sido seducida -"más de uno lo habrá deseado, quizás"- por ninguno de sus clientes. Asegúra que "los números no me quitan el sueño", aunque reconoce que la profesión de auditora "requiere mucho sacrificio". No se recuerda como unaempollona. "Estudiaba como cualquier estudiante normal, pero también me gustaba mucho divertirme", indica.
Opina que la auditoría se ha puesto de moda en el país con el cambio y por el eco que ha tenido en los medios de comunicación en los últimos cuatro años.
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