Queremos entrar en el Mercado Común
No es más que un índice de nuestro nivel de ponderación, pero muy ilustrativo: unos cientos de alborotadores ante la Embajada francesa quemando su bandera, los comentarios de ilustres políticos y otras personalidades y los de la inmensa mayoría de los enviados especiales, incluidos el de EL PAÍS y, lo que es peor, los de TVE, denunciar al mismo tiempo nuestra casi imposible capacidad para la objetividad y la inteligente humildad. Solamente una emisora de radio, el director del programa y unos árbitros señores situaron justamente el asunto a la debida altura. Es un alivio. Es preciso estar ciego para atribuir la derrota del equipo español de fútbol al caserismo del árbitro; es preciso estar obcecado para no quedarse perplejo ante la casual llegada de ese equipo a la final de París. Creo que se pueden contar media docena de veces las que dispararon a puerta con cierto peligro en los seis partidos disputados, y todavía ciudadanos de pública relevancia dicen que "el árbitro nos robó el partido".Yo quiero entrar en el Mercado Común -si es que hay que entrar en él-, no como un meritorio de la causa europea, sino por la fuerza de la razón, el comedimiento y la capacidad para reconocer también nuestras limitaciones en lo que sea.
Las mismas personas que acusan de caserismo a un árbitro, que juzga al fin y al cabo sobre la marcha, incurren en grosera parcialidad o pueril subjetivismo, provocando reacciones populares y actitudes individuales indignas de un europeo de finales de siglo.-.
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