El general Salan, el líder de la OAS que se rebelo contra De Gaulle, murió ayer en París
La muerte del general Raúl Salan hace revivir una de las páginas más trágicas de la historia francesa contemporánea. A los 85 años de edad, en el hospital militar parisiense Val de Grace, el jefe de la Organización del Ejército Secreto (OAS) y de la rebelión contra el general Charles de Gaulle, cuando este último era presidente de la República Francesa y preconizó la independencia de Argelia, falleció a primeras horas de la mañana de ayer.
Salan había desaparecido prácticamente de la vida pública desde que, en 1968, el que fue su gran modelo y enemigo, Charles de Gaulle, lo liberó primero y lo amnistió después. Salan era hijo de padres modestos; su padre, recaudador de contribuciones, era protestante y votó siempre socialista. Hizo lo imposible para que sus dos hijos fueran a los mejores colegios, y por ello, Salan pudo llegar a lo más alto de la pirámide social militar.Todos en Francia le llamaban El Mandarín, debido a la fascinación que sobre él ejercían las lejanas tierras de Indochina, donde pasó buena parte de su vida de militar, pero también porque su talante de hombre enigmático y encerrado en sí mismo rimaba a la postre, con un cierto sesgo suyo de guru asiático.
Antes de enfangarse en el atolladero de los atentados y terrorismos ideológico- sangriento que desplegaba la OAS, que él dirigía, su vida, la carrera de las armas y su afición al mando s alimentaron más allá de los océanos; incluso llegó a tener un hijo de un amor ilegal, de una laosiana que, al parecer, incluso le hizo aficionarse al opio.
Pero el hombre que se exilió en España en el año 1960, en pleno franquismo, a la espera, según quiso creerse, de suceder a De Gaulle, pasará a la historia de Francia por su aventura golpista en un día de abril de 1961, cuando, al lado de otros tres generales -Challe, Jouhaud y Zeller-, intentó arrastrar al Ejército contra la República Francesa, encarnada por su presidente, el general De Gaulle.
Salan fue valorado siempre como un republicano legalista cercano a los socialistas. Pero, apoyado por los franceses residentes en Argelia y por una parte del Ejército -y también por un puñado de políticos-, se echó en brazos de la rebelión a partir del momento en que la independencia argelina, de la mano de Charles de Gaulle, dejó de ser una quimera.
No son pocos los que creen que Salan fue una víctima o un juguete de sus compañeros o de ambiciones torcidas. Tras el fracaso de la intentona de los cuatro generales sediciosos, fue detenido en 1962, juzgado, condenado a cadena perpetua y, después, amnistiado. Desde entonces, residente en París, su vida pasó inadvertida para las nuevas generaciones. Con las memorias que empezó a escribir intentó autojustificar su conducta, y no dejó de interesarse por sus compañeros de la época de la clandestinidad.
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