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El toro bravo, al fin

Plaza de Las Ventas. 1 de julio.Cinco toros de Anastanasio Fernández, con presencia y problemas, excepto el quinto, que fue bravo y noble primero, sobrero de Martín Peñato, astigordo y manso.

Curro Vázquez. Pinchazo y estocada (silencio). Cinco pinchazos y descabello (algunas protestas). Julio Robles. Estocada baja (ovación y salida al tercio). Pinchazo y estocada (oreja). Roberto Domínguez. Estocada (ovación y saludos). Tres pinchazos y descabello (silencio).

Una tarde de verano -ayer- salió el toro, y además era bravo. Es decir, que lo hay. Le pegaban duro en varas, y zarandeaba a los caballos; le chorreaba la sangre hasta la pezuña, y embestía. Llegó a la muleta noble y, estoqueado hasta la bola, murió prácticamente de pie.No todos los toros salieron así ayer: sólo ese, el quinto, al que Julio Robles hizo una faena importante. Entre los demás, abundaron los mansos, y el que abrió plaza era como todos los días, es decir, aborregado y claudicante. A ése lo devolvieron al corral y salió a sustituirle un sobrero astigordo, mermado de pitón. Empezaba la corrida, según puede apreciarse, igual que todos los días, pero transcurrido este pasaje, en el que Curro Vázquez no pudo lucirse por que el del mermado pitón lo esgrimía a la defensiva sin ningún miramiento, el resto transcurrió tal cual era antes la lidia una tarde cualquiera.

Todos los toros tenían presencia y, además, fuerza. También tenían mansedumbre, pero ese es otro cantar. Algunos aficionados increpaban al ganadero por las feas cosas que hacían sus pupilos, y no parecía oportuno, por que estábamos asistiendo a la inesperada recuperación del toro, que durante toda la temporada se ha estado cayendo, y ayer no se caía.

Una inquietante duda se presenta aquí: si el toro se ha estado cayendo por manso, según afirman eruditos en la materia, ¿cuál es la razón para que el de ayer, manso, no se cayera?. Quizá los mismos eruditos corrijan su conclusión científica de este año, referida a la relación mansedumbre-caída de los toros, y vuelvan a la que proclamaban el año anterior, según la cual únicamente no se cae el toro manso "porque no se emplea". Es una contradicción importante, pero se acepta: de sabios es rectificar. Pero la misma corrida de ayer les. contradice de nuevo, pues salió un toro bravo, el quinto, y tampoco se caía.

Ese toro demostró su bravura en tres varas fortísimas, que tomó recargando y encelado, si bien no hay garantía completa de su condición ya que las dos primeras fueron en terrenos de chiqueros, que es área querenciosa y propicia para que el toro se crezca, motivado por las aromáticas exudaciones y excrementaciones de los de su especie.

Sin embargo, lejos ya de esa perfumada zona, continuó comportándose con encastada agresividad y también con nobleza. Casta, agresividad y nobleza las entendió muy bien Julio Robles, que hizo una faena enjundiosa, bien construida, bien toreada. Vista tuvo el diestro para conocer enseguida el lado mejor del toro y, tras un levísimo tanteo, ya tenía la muleta en la izquierda para torear al natural con largura y profundidad. A medida que el toro se le entregaba, imprimía sentimiento a la ejecución de las suertes, y después de los redondos, y más series de naturales ligados al de pecho, se adornaba, interpretando pases que los antiguos revisteros llamaban "de todas las marcas", entre los que no faltó la majeza del trincherazo, la caligrafía del pase de la firma, él molinete pinturero. Mató con más fe que estilo, ganó la oreja, y el mismo toro, cuya bravura le hacía resistirse a rendir la vida, constituyó otro gran espectáculo que congraciaba a la afición de Madrid con la fiesta.

Curro Vázquez le había andado por la cara al cuarto, que era reservón. Roberto Domínguez fue el único espada que intervino con lucimiento en quites, y al tercero, que resultó incierto, le obligó y consintió con mucho mérito, mientras al sexto le ahogó la embestida, a pesar de que ya era, de suyo, aplomado. Un toque de puesta a punto parecía faltarle al vallisoletano Domínguez. Robles muleteó con decisión al segundo, un toro complicado, pues lo mismo humillaba, que se revolvía con genio, que se paraba en la suerte. Todas estas actuaciones, evidentemente irregulares, conformaban los sucesos normales de una corrida, aunque esta poseía la fundamental novedad de que los toros estaban íntegros y daban interés a la lidia. Un interés que se convirtió en emoción cuando salió el toro bravo y un torero le hizo una faena importante. Así, como en el quinto Atanasio de ayer, es la fiesta que queremos.

Bravos Victorino en Burgos

Toros de Victorino Martín, con fuerza y bravura, se lidiaron ayer, en Burgos. Ruiz Miguel, aplausos y vuelta. Dámaso González, oreja y ovación. Víctor Mendes, vuelta y oreja.

Sevilla. Novillos de Murube. Tomás Pellín, ovación y silencio. Lucio Sandín, ovación y silencio. Manolo Cascales, vuelta y aviso con ovación.

Estepona. Toros de Juan Gallardo, flojos. José Antonio Campuzano, oreja y vuelta. Manili, oreja y aplausos. Juan Antonio Esplá, oreja y palmas. El rejoneador Javier Buendía, dos orejas.

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