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Solchaga considera demasiado lenta la marcha de la reconversión

El ministro de Industria y Energía, Carlos Solchaga, declaró ayer en la clausura de la junta anual de la Unión de Empresas Siderúrgicas (Unesid) que no está "satisfecho de la marcha de la reconversión, demasiado lenta". También dijo que la Administración, dispuesta a actuar de abogado de los intereses empresariales, no puede sustituir el papel de los empresarios y del capital, aunque espera que los intereses privados y financieros asuman el riesgo que les corresponde.El ministro habló al hilo de las conclusiones de la junta de empresarios siderúrgicos, para quienes ya empiezan a manifestarse los frutos de la reconversión, si bien achacaron algunos de sus actuales problemas a la Administración: fuertes subidas de los precios de la chatarra y de la energía (éstas, del 50%), reducción de estímulos a la exportación para un sector aquejado por la reiterada baja del consumo interior de acero y que exporta más del 60% de su producción, etcétera.

Tras admitir y justificar estos hechos, así como revelar que el Ministerio de Industria ha hecho lo posible para reducir el impacto de los cambios en la desgravación fiscal a la exportación y los aranceles, Carlos Solchaga criticó la marcha de la reconversión. En concreto, se quejó del ritmo lento en la vertebración de proyectos, la adaptación de la capacidad productiva a las necesidades, las inversiones y los ajustes de plantilla, cuando en Europa se reducirán a la mitad antes de 1986.

Asumió que quizá no se hayan arbitrado con celeridad los fondos precisos. Asimismo aprovechó una denuncia de la propia Unesid -"en acero común, la competencia llega a ser destructiva para el subsector, por aplicar bajos precios"- e indicó que la reconversión no servirá de gran cosa si los empresarios "no son capaces de una disciplina comercial, sobre todo en aceros comunes". Agregó que será igualmente necesario conseguir procesos de integración creciente, como el de los aceros especiales, para lo cual considera posible al menos la coordinación de la siderurgia integral, y vería bien un proceso similar al primero en los aceros comunes.

Mostró luego su esperanza en que "todo el mundo, incluso los intereses privados y financieros", aporte sus esfuerzos porque la siderurgia "tiene futuro en España". Como pautas ideales, dijo que hay que escapar de esquemas tercermundistas -exportar productos de baja calidad e importar productos acabados-, lo cual requiere mejorar las inversiones para dar la batalla por la calidad, adaptarse a los cambios que se registren en los precios de la chatarra y de la energía -éstos "se irán aproximando al coste real sin sobresaltos"- y lograr una integración adecuada en la Comunidad Económica Europea.

Resaltó el ministro que en la CEE la capacidad de la siderurgia será reducida en 30 millones de toneladas, de las cuales han sido ya achatarradas 18. Puso de relieve que hay dificultades notables para cerrar la negociación con España porque los comunitarios creen que las subvenciones son muy superiores a las de la CEE, y que deberán concentrarse las actuaciones españolas "de aquí a primeros de enero de 1986".

Al leer las conclusiones-preocupaciones de la junta (además de las citadas, que la crisis de demanda interna dificulta la reestructuración y ha obligado a redoblar esfuerzos exportadores, que el proteccionismo de los mercados tradicionales sólo ha sido compensado por la devaluación de la peseta, etcétera), el nuevo presidente de Unesid, Juan Luis Burgos, resaltó que el consumo español de acero por habitante ha bajado a niveles de hace 15 años, que las ventas al exterior (234.000 millones en 1983, frente a 180.000 de 1982) suponen el 9% de las exportaciones españolas y que los términos del acuerdo de integración en la CEE han de ser para la siderurgia los más ventajosos posibles con el fin de hacer frente a las desventajas iniciales.

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