Una aventura que mereció la pena
La Prensa estaba con toda naturalidad en mi casa, era casi un personaje de ella, pues la tradición de El Imparcial, fundado por mi bisabuelo Gasset y Artime, y dirigido en su mejor hora por mi abuelo Ortega Munilla, y la realidad viva de El Sol, que fundó aquel gran hombre que fue Nicolás María Urgoiti e inspiró mi padre, estuvieron siempre presentes en la vida familiar, como yo percibí muy bien desde niño. Ambos diarios fueron, para una y otra generación, fuente a la vez de grandes alegrías y de grandes disgustos, como asimismo me ha ocurrido a mí con EL PAIS, que me ha granjeado tantos nuevos amigos como nuevos enemigos, algunos de éstos muy próximos antes. Por lo que se ve, siempre pasa esto cuando un órgano de opinión acaba siendo influyente.
La idea de EL PAIS se me ocurrió en 1971 al sentir la necesidad nacional de un periódico independiente que defendiese la libertad y la democracia por venir. Redacté sus principios ideológicos, incorporados después al Estatuto de Redacción, el primero por cierto que ha tenido una publicación en España. He sido desde el primer momento, y sin interrupción hasta hoy, durante 12 años, presidente de la junta de fundadores -en el día de ayer voluntariamente suicidada- y del Consejo de Administración de PRISA, editora de este periódico. Pero no me gusta que me llamen fundador. Toda aventura empresarial -y ésta lo fue en superlativo- es obra de muchos. El mismo nombre, por ejemplo, lo propuso, si mal no recuerdo, Carlos Mendo, compañero en la primera hora, cuando estábamos despechados de no encontrar un título suficientemente atractivo que no estuviese registrado. Y el de EL PAIS milagrosamente estaba libre, a pesar de que existieron antes varios diarios con ese mismo título. ¿No sería grave para la Prensa -me pregunto- que llegase un día en que todos los nombres posibles estén ya registrados? Esto me trae a la memoria aquella greguería de Ramón Gómez de la Serna, según la cual "el fin del mundo se notará porque todos los teléfonos comuniquen".
Suelo distinguir entre los que hacen EL PAIS -los periodistas, con su director, Juan Luis Cebrián, al frente- y los que lo hacen posible -cuyo paradigma son Jesús Polanco y Javier Baviano- Sin empresa no hay periódico, y sin buenos periodistas, tampoco. Yo fui un iniciador, un promotor, un entusiasta, con la punta de locura suficiente para emprender la aventura. Gozaba de un poder de convocatoria a la que acudieron más de 1.000 accionistas, a quienes una vez más les doy las gracias por su desinteresado apoyo.Hoy dejo voluntariamente la presidencia de PRISA. Las decisiones importantes de la vida -y ésta lo es para mí- no se toman por una sola razón, sino por varias confluyentes. En primer lugar, dejo esa presidencia porque tengo quien me sustituya en ella con mayor capacidad y juventud que yo. A propuesta mía, el consejo de administración ha nombrado nuevo presidente a Jesús Polanco, un temperamento empresarial de primer orden, que era nuestro consejero-delegado desde que le animé, en el verano de 1975, a ocupar ese puesto. Su actuación ha llevado a nuestra sociedad a una situación próspera que envidian muchos grandes periódicos del mundo. Polanco es nombrado presidente en un momento en que nuestra sociedad va a tener acceso a otras formas de comunicación como la radio, la televisión, el vídeo y un sinfín de actividades de diverso soporte técnico, algunas de ellas ya iniciadas. Dejo además la presidencia porque es prudente entregar las armas antes de que llegue la ancianidad y se nos caigan de las manos. Pero hay otra razón egoísta: pretendo hacer personalmente aquello que como editor he procurado toda mi vida que hicieran los demás, a saber, escribir. Creo que tendré la suficiente serenidad, ayudado por mi experiencia editorial de rechazar originales, para tirar las cuartillas si son malas. Y no se alarme nuestro director, que seré parco en andar por sus recintos.
Ha sido para mí motivo de gran alegría el nombramiento de presidente de honor de la sociedad que me ha hecho el consejo y estoy muy agradecido a mis colegas por haberme considerado merecedor de él y a la junta general de accionistas que, al crear ayer en los nuevos estatutos esa figura honorífica, lo han hecho posible.
Cuando le ofrecí a Juan Luis Cebrián la dirección del periódico, recuerdo que le pedí que sus titulares fueran pequeños para huir de todo sensacionalismo. Sólo una vez, por cierto, ha transgredido esa norma: la noche del 23-17, en que salió con aquella grande y valiente cabecera que decía: "¡Viva la Constitución!". Hoy me gustaría insistirle en lo siguiente:
- Que sea consciente de que al haber conseguido situar a EL PAIS como líder de la Prensa española, resulta obligado mantenerle en ese puesto, y que se dé cuenta de la responsabilidad que supone la influencia alcanzada por este diario.
- Que siga defendiendo en él la libertad y la democracia -vigilando que la una no llegue a inundar a la otra-, así como la Constitución y la Corona, símbolo de ambas.
- Que lo mantenga, como hasta ahora, independiente de cualquier partido o grupo de presión, depender de los cuales es siempre para la Prensa el comienzo del fin.
- Que procure, en suma, que este periódico, en el que tanta ilusión y esfuerzo hemos puesto todos, sea cada vez más imparcial y soleado, quiero decir, universal. ¡Cuánto me complacería que algún historiador futuro, al hablar de él dijera: fue una iniciativa que mereció la pena porque contribuyó a devolver la libertad a los españoles!
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