Los emiratos árabes, a punto de controlar una parte importante de la propiedad de la agencia británica Reuter
La operación de venta parcial de la agencia de noticias más importante del mundo, Reuters, está a punto de concluir. Entre los nuevos propietarios se encontrará Abu Dabi, el más rico de los emiratos del golfo Pérsico, que se ha hecho con el 12,5% de las nuevas acciones. Los ingleses, que han contemplado siempre a Reuters como una institución equiparable al Big Ben o a Westminster, se remueven inquietos, pero los responsables de la agencia aseguran que no hay motivos para la preocupación. Los estatutos de la compañía garantizan que ningún grupo de presión podrá dominar el centro de noticias mas poderoso de la Tierra. Otros, en cambio, hablan de una "invasión a largo "plazo" de los árabes.
Reuters fue fundada en 1851 por Paul Julius Reuters, un intelignte hombre de negocios que comprendió el beneficio que se podía sacar del sistema telegráfico recién inventado. Después de 133 años, la agencia se ha convertido en una empresa gigantesca, con beneficios superiores a los 55 millones de libras esterlinas. Reuters cuenta con 32.500 videoterminales repartidos por todo el mundo, más de 15.000 clientes y una plantilla de 1.600 periodistas, destinados en 110 países. Su servicio de información económica está considerado como el mejor del mundo, y la agencia, en su conjunto, como la más fiable, la más rápida y la más imparcial de todas las que existen en la actualidad.Hasta ahora, los propietarios de Reuters eran, fundamentalmente, los propios periódicos británicos (19 nacionales y 120 provinciales, tanto de Gran Bretaña como de Irlanda). Ellos poseían prácticamente todas las acciones. El vertiginoso desarrollo de la agencia en los últimos cinco años hizo que muchos de estos propietarios, faltos de liquidez, empezaran a imaginar una gran operación económica que les permitiera sacar más rendimiento a sus acciones.
Reuters facturó en 1979 servicios por valor de 76,3 millones de libras esterlinas (unos 16.000 millones de pesetas), con un beneficio antes de pagar impuestos de 3,5 millones de libras (770 millones de pesetas). En 1980, las ventas ascendieron a 90 millones y los beneficios a 16,6 millones de libras (20.000 y 3.700 millones de pesetas, respectivamente). La progresión fue ya imparable. El año pasado las ventas subieron hasta 242,6 millones de libras y los beneficios a 55,2 millones (53.000 y 12.000 millones de pesetas, respectivamente).
La idea que empezó a cundir entre los propietarios fue sacar al mercado libre y público, en el Reino Unido y en Estados Unidos, un importante número de acciones: en total se podía obtener de la operación -pensaron- unos 1.000 millones de libras esterlinas (220.000 millones de pesetas), cifra fabulosa que les hacía la boca agua. Los preparativos exigieron casi un año, pero a mediados de 1983 todo estaba decidido. La noticia saltó a los periódicos y los laboristas exigieron un debate en el Parlamento. Durante casi cinco horas, los diputados discutieron sobre el porvenir de Reuters. La oposición quería que el Gobierno interviniera para evitar la venta, pero el Gabinete de la conservadora Margaret Thatcher se negó. Reuters es una empresa cuyos estatutos garantizan su independencia, incluso del Gobierno, como se apresuraron a subrayar sus propietarios.
La operación, además, estaba estudiada -explicaron- de forma que la independencia pudiera ser mantenida. El capital de la compañía se dividiría en dos tipos de acciones: A y B. Las acciones tipo A tendrían cuatro veces más votos que las B, y quedarían en manos de los actuales propietarios. En total, controlarían el 58,4% de los votos. Las acciones B saldrían al mercado libre, con la exigencia de que ningún grupo o persona adquiriera más de un 15%. Además, poco antes de lanzarse la operación al mercado se reforzó el trust de personalidades encargadas de vigilar la rectitud e independencia del trabajo profesional de Reuters.
Compleja pero efectiva
La operación parecía compleja -afirmaban los responsables-, pero sería efectiva. Los problemas, sin embargo, comenzaron inmediatamente. Dos de los fondos de inversión más importantes del Reino Unido anunciaron que boicotearían la compra de acciones de Reuters porque se estaba violando uno de los principios fundamentales de una compañía privada: una acción, un voto. La National Association of Pension Funds y la British Insurance Association llamaron a todos sus socios para que no compraran una sola acción. Al mismo tiempo, empezaron a llegar noticias desde Wall Street, en Nueva York, en el sentido de que el mercado norteamericano no reaccionaría con la suficiente energía. El nerviosismo fue patente. Pocos días antes de salir al mercado las acciones, se decidió valorarlas por debajo de las previsiones iniciales: 169 céntimos de libra esterlina. Quiere decirse que la compañía pasaba a valer unos 800 millones de libras, y no los 1.000 millones previstos al principio. El pasado día 4 de junio, las acciones tipo B aparecieron simultáneamente en la City y en el Wall Street; como se temía, los norteamericanos hicieron prueba de una gran calma, mientras que en Londres todo parecía marchar mejor. La apatía de Nueva York era tan notable que se pensó que habría que devolver al Reino Unido parte de los 50 millones de acciones destinados a EE UU.La operación fue seguida con expectación en el Reino Unido en todos los medios financieros y oficiales británicos. Si Reuters, con tantos beneficios y en expansión, sufría una debacle o un duro golpe, las expectativas de Margaret Thatcher de reforzar los ingresos de Hacienda con la venta de algunas de sus empresas estatales podían verse amenazadas.
En estas circunstancias fue cuando aparecio en escena Abu Dabi. El emirato creó hace ocho años una Investment Authority, encargada de investigar los beneficios del petróleo. Esta entidad preparó la operación Reuters con tanto secreto y acierto que cayó como una bomba e insufló nuevas energías a la operación. Los dirigentes de Abu Dabí compraron por valor de más de 70 millones de libras: en total controlan el 12,5% de las acciones tipo B. Según la Investiment Authority, se trata de una "invasión a largo plazo", y Abu Dabi no tiene intención de solicitar puestos en el equivalente al consejo de administración. Los responsables de Reuters se apresuraron a resaltar que, aun siendo el más importante accionista del sector B, el emirato no posee, en términos globales, una participación suficiente como para imprimir huella. Otros expertos, sin embargo, temen que la aparición de Abu Dabi sea sólo la punta del iceberg. Nada impide, en efecto, que otros emiratos o países árabes compren también acciones B y despues actúen en grupo en el interior de Reuters. Es cierto que los antiguos propietarios siempre conservarán la mayoría (58,4% de los votos), pero si un grupo de países extranjeros, unidos entre sí por intereses y afinidades, llegara a dominar una buena parte de las acciones restantes, su influencia tendría que dejarse sentir. La polémica volverá a surgir en el Parlamento: algunos diputados laboristas quieren plantear un nuevo debate. Reuter -dicen- puede terminar representando los intereses de países extranjeros. Nadie cree, sin embargo, que sus protestas tengan consecuencias.
En términos generales, los expertos de la City estiman que la operación de venta de Reuters no ha constituido el éxito que se esperaba, sin llegar por eso a ser un fracaso. "No es culpa solamente de ellos", explica un comentarista financiero, "el mercado no se encontraba en un buen niornento". Lo importante ahora será el comportamiento de la agencia en los próximos meses o años: algunos piensan que va a entrar en una etapa de gran agresividad comercial, para saturar el mercado. "Si esto es así, pueden plantearse problemas con sus propios clientes por conflictos de interés", explica el mismo comentarista. En cualquier caso, la británica Reuters tiene ya menos sabor británico. Un dibujante inglés le ha quitado el clásico bombín y le ha puesto un keffir.
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