Crítica de una crítica
Siempre he creído de sabios reconocer los propios errores. Mas cuando en la voluntad de quien los señala asoma algún síntoma de interés o conflicto ajeno al error señalado, hay algo extremadamente valioso que el crítico suele olvidar, y es la prudencia. Hago esta observación a propósito de una crítica. de libros, en este mismo periódico, en la que supuestamente se trataba de comentar una reciente edición del Fausto de Goethe. Entiéndase aquí la palabra crítica como pura deferencia hacia el señor Argullol, firmante del artículo, pues nunca he encontrado un análisis tan exhaustivo de la periferia de un libro, y tan exiguo, a la vez, de su contenido. Señala Argullol al comienzo su displicencía en cuanto al título con que la obra se presenta y sugiere que se debería haber apuntado que se trata de la parte primera. Perfectamente admisible. Aunque la decisión adoptada, tomada en consulta con los autores de la edición, se inserta en una ya larga tradición editora. Ahora bien: ¿no le parece excesivo al señor Argullol -como editor, que debe conocer la imposibilidad material de controlar absolutamente el resultado final de un libro- calificar como gruesos errores de una edición una equivocación en la página de derechos y ese supuesto desglose inexacto del índice que señala?Que no le ocurran cosas peores con un libro, pero que no nos ocurran tampoco a nosotros con una crítica. Pues, desglosando la suya, hallo que de los casi 200 renglones que ocupa, sólo uno de ellos (si bien es verdad que elogioso) está dedicado a la traducción e introducción, que supuestamente motivan la reseña; 25, después, a los ya citados errores, y el resto es una larga disertación sobre Goethe que puede que algunos lectores agradezcan, pero que al lado de ediciones como ésta resulta francamente superflua.-
Editorial Bruguera.
