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La demanda de una semana laborá de 35 horas en Europa

IG Metall, de la República Federal de Alemania, ha movilazado a 350.000 trabajadores

JOSÉ COMASDurante muenos años el IG Metall (el mayor sindicato del mundo occidental, con dos millones y medio de afiliados) se caracterizó por su moderación a la hora de plantear reivindicaciones y por su disposición a colaborar a la estabilidad del sistema social de la República Federal de Alemania. Hace tres semanas el IG Metall desencadenó una huelga, que empezó con 13.000 metalúrgicos en la zona de Baden-Wurtemberg, pero luego provocó cierres patronales y paros de la producción, que afectan ya a 350.000 trabajadores.En esta ocasión el IG Metall no lucha por unas décimas más o menos de subida salarial, sino por una reivindicación que ha resultado explosiva: la semana de 35 horas. El presidente socialdemócrata Willy Brandt llamó en una ocasión al IG Metall, por sus dimensiones, el dinosaurio. El mote parece estos días más apropiado que nunca. Algunos sindicalistas ven en la actual huelga una lucha existencial: está en juego el ser o no ser de este gigantesco dinosaurio, que realiza un cambio de piel

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El IG Metall es la base de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB), la organización-techo, que agrupa a 17 ramas sindicales, con casi ocho millones de afiliados. El IG Metall es el más fuerte: 2,5 millones de miembros, que cotizan cada mes unos 20 marcos por término medio (1.100 pesetas), lo que supone unos ingresos mensuales de 2.750 millones de pesetas para las cajas del sindicato. Durante muchos años de paz social el IG Metall ha acumulado una fortuna inmensa, lo que ha servido de base para las inversiones en el consorcio financiero de los sindicatos de la RFA, que abarca desde uno de los grandes bancos a cadenas de supermercados, empresas de seguros, constructoras y editoriales.

Desde hace tres semanas el mundo idílico de la vida laboral en la RFA ha quedado roto por la huelga por la semana de 35 horas. El lenguaje de los sindicatos ha adquirido una violencia verbal que recuerda la vieja lucha de clases: compadreo entre capitalistas y Gobierno", "lucha de clases desde arriba", "huelga general de solidaridad", "cálculos infames del capital y del Gabinete", "República bananera", "Estado feudal", "políticos del cambio en camino hacia Weimar y el Watergate". Todo ello en boca de dirigentes moderados, hasta hace pocos días hombres de orden, conservadores y de la derecha de la socialdemocracia y el movimiento obrero.

La lucha de un monstruo

A simple vista podría parecer que se trata de un renacimiento de una clase obrera combativa, pero analizado de cerca y en detalle se trata de la lucha de un monstruo acorralado contra la pared.

A lo largo de los años, el éxito del IG Metall y los sindicatos de la DGB se basaron en conseguir para sus afiliados la parte de la tajada que les correspondía en el reparto de la riqueza producida en la RFA. En la época de boom económico los sindicatos apenas plantearon reivindicaciones más allá de las subidas porcentuales anuales.

Los sindicatos estaban predispuestos a soportar el sacrificio, para echar una mano a los socialdemócratas (SPD) en el poder. Entre la socialdemocracia y la DGB hay una estrecha trama de conexiones políticas y tejemanejes económicos.

Más que el interés por apoyara un Gobierno con los socialdemócratas, influyó sobre los sindicatos la amenazadora realidad de más de dos millones de parados, que como un auténtico ejército industrial de reserva han cortado las alas a la capacidad de lucha de los sindicatos de la RFA.

La hamaca social

Ante el fantasma del paro, los obreros de la RFA han bajado sus exigencias, se ponen menos veces enfermos y aceptaron los acuerdos tarifarios por debajo del coste de la vida. Es preferible ganar menos que vivir de la Seguridad. Social. Con el cambio de coalición en Bonn, en octubre de 1982, y la Hegada al poder de los democristianos (CDU/CSU), el Gobierno ha impuesto una política económica de recortes sociales en la famosa red de Seguridad Social, que el ministro federal de Economía, el liberal conde Otto Lambsdorff (FDP), calificó de "hamaca social". Al amparo del nuevo Gobierno los empresarios han visto la ocasión de recuperar parte del terreno perdido en años pasados. El sindicato tiene que contemplar casi impotente cómo aumentan las cifras de productividad y al mismo tiempo crece el paro. Con el nuevo Gobierno de centro-derecha en Bonn hay actualmente medio millón de parados más que con la anterior coalición social-liberal. Los sindicatos ven que la fórmula mágica de "hay que aumentar los beneficios para que los empresarios inviertan más y creen nuevos puestos de trabajo" se convierte en realidad en "los mayores beneficios se

La demanda de una jornada laboral de 35 horas en europa

invierten en nuevas maquinarias, que ahorran puestos de trabajo.El IG Metal ve en la reducción de la semana laboral la posibilidad de conseguir más puestos de trabajo, y al mismo tiempo está enfrente un Gobierno contrario; no es la socialdemocracia, el aliado tradicional de los sindicatos. Steinkuehler dice que "por la semana de 35 horas se luchará más fuerte que por las subidas salariales, porque supone un cambio de la relación de fuerzas y una reducción del poder conseguido por los empresarios con las elevadas cifras de paro". En los sindicatos se había advertido la situación de conciencia entre los trabajadores.

Golpe al sindicato

Los empresarios ven, apoyados por el cambio político en Bonn hacia una coalición de centro-derecha, que ha llegado el momento de asestar un golpe al sindicato, especialmente al IG Metall. Los sindicatos son conscientes de que no pueden permanecer sin reaccionar ante la situación y han sacado la reivindicación de la semana de 35 horas, que desde hace años figura en su programa.

La semana de 35 horas se ha convertido en la piedra de toque, la prueba de fuerza entre sindicatos y patronos en la RFA. La táctica de huelga exigida por el IG Metall puede resultar fatal para el sindicato. A una huelga planteada con un número bajo de huelguistas -para no recargar las cajas del sindicato- y un máximo de efecto -por sus repercusiones sobre el sector floreciente del automóvil-, los patronos respondieron con cierres masivos y paros de producci5n. El Instituto Federal de Trabajo negó el seguro de paro para los obreros afectados indirectamente por la huelga: aquellos que se quedan sin trabajo por falta de suministros. Entre los que se quedan sin seguro de paro hay muchos afiliados que cotizan puntualmente al IG Metall, pero como no están en huelga no cobran. Tampoco cobran seguro de paro. En pocos días todos se pueden volver contra el IG Metall, que podría perder una batalla decisiva.

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