Dos misioneros protestantes rivalizan con campañas multitudinarias por evangelizar el Reino Unido
Las dos grandes atracciones de este próximo mes de junio en el Reino Unido no van a ser dos cantantes o dos deportistas, sino dos misioneros, dos hombres dispuestos a llevar a cabo una cruzada y a evangelizar el Reino Unido. Uno, el norteamericano Billy Graham, recorrerá el país durante tres meses. El otro, el anglo-argentino Luis Palau, hablará durante 27 días en un estadio londinense. En total, se espera que acudan a oír sus sermones más de un millón de personas y que varios miles se conviertan, es decir, hagan público y por escrito "su compromiso de seguir a Jesucristo". Las dos cruzadas tienen, sin embargo, aspectos bien poco espirituales: costarán más de 450 millones de pesetas y están precedidas de una fabulosa campaña de publicidad y de marketing.
El fenómeno del misionero ha quedado reducido, en el mundo católico, a sociedades poco desarrolladas. En Europa sólo el Papa es capaz de movilizar a grandes multitudes. En el mundo protestante, por el contrario, son las sociedades industrializadas, como las de Estados Unidos o del Reino Unido, donde los misioneros cosechan sus mejores éxitos. Los norteamericanos tienen auténtica debilidad por los predicadores, y los británicos, sin llegar a esos extremos, suelen prestarles una respetuosa y gratificante atención.Billy Graham es, probablemente, el predicador más famoso del mundo. A sus 65 años ha recorrido 50 países y ha sido oído por 92 millones de personas. Ésta será su tercera cruzada en el Reino Unido. En las dos anteriores logró movilizar a seis millones de personas y consiguió 175.000 conversiones, y eso pese a que al principio fue acogido por una cierta hostilidad por el establishment, que recelaba de su aspecto de hombre de negocios norteamericano.
"Billy ha cambiado mucho" asegura un relevante miembro de la Iglesia de Inglaterra. "Ahora ya no cree que el cielo es una versión más grande y más perfecta del american way of life". Graham se ha vuelto tan respetable que esta vez ha sido recibido por la reina de Inglaterra. El mismo arzobispo de Canterbury, doctor Robert Runcie, un hombre culto y sensible, envía telegramas con su bendición para ser leídos en los mítines del misionero.
Pelo rubio, ojos azules
Graham tiene una poderosa figura, buen pelo rubio, ojos azules y aspecto de atleta. En su primera aparición pública, el pasado día 12 de mayo en el estadio Ashton Gate, de Bristol, ante 31.000 personas, demostró estar en espléndida forma física.Su mensaje evangélico, sin embargo, asombra por su simpleza y por su desconexión con el mundo actual. Graham no ha evolucionado con los tiempos, aunque incluya en sus nuevos sermones pequeñas alusiones a los desempleados o metáforas sobre el caso Watergate: "Las cintas del Watergate destruyeron al presidente Nixon por lo que contenían. Dios oirá un día las cintas de nuestras vidas", aseguró con su bonita voz a los pacientes espectadores de Bristol.
Seis millones de británicos han acudido alguna vez en su vida a oírle. En esta nueva cruzada se espera que 800.000 personas dejen una tarde el pub o el cómodo salón de su casa para acudir al estadio en el que predica. En su primer sermón, cerca de 800 personas hicieron pública su conversión. Billy Graham es ya lo suficientemente conocido como para que su presencia en el Reino Unido no exija una enorme campaña publicitaria. Aun así, su cruzada costará más de 250 millones de pesetas, aportados por iglesias, personas individuales y seguidores relacionados con el mundo de las finanzas y de los negocios.
Otro tanto exigirá la de Luis Palau, un misionero prácticamente desconocido en el Reino Unido, aunque ésta sea su segunda visita y aunque su biografía oficial asegure que ha predicado a más de cinco millones de personas en 38 países distintos.
Palau es un producto perfecto del marketing publicitario. Según sus seguidores, a los 12 años, en un campo de verano organizado por misioneros británicos en Argentina, decidió "dedicar su vida a Cristo". A los 18 años intentaba predicar la Biblia. Sus dotes parecían buenas y estudió en el Multnomah School of the Bible, en Portland (Oregón), donde rápidamente se dieron cuenta del papel que podía jugar en América Latina. Palau se convirtió en un miembro destacado de la Overseas Crusades, de California, una organización especializada en lanzamiento de misioneros o predicadores. Su éxito en América Latina fue tan grande que Palau decidió en 1978 crear su propio grupo evangelizador.
A principios de este mes de mayo en prácticamente todas las estaciones del metro de Londres apareció un cartel publicitario: ¿Quién es Luis Palau? No es un futbolista, pero llenará un estadio. No es un cantante, pero llegará a su alma". Pocos días antes de su llegada, los carteles cambiaron: "Luis Palau es un misionero que difunde la palabra de Dios".
En total, 4,5 millones de panfletos, 250.000 carteles para coches, otros 250.000 posters colocados en las iglesias de Londres y varios centenares de vallas publicitarias prepararon al ciudadano londinense para el acontecimiento. Palau, que tiene 49 años y aspecto de ejecutivo, aparece en las fotos vestido con un perfecto traje oscuro, sentado en un sillón de cuero, con la Biblia en una mano y la alianza marital en la otra.
¿Quién está detrás de esta campaña publicitaria que cuesta por sí sola -sin contar con el alquiler del estadio, los coros que amenizarán sus sermones o el pago del equipo que le acompaña- más de 70 millones de pesetas? Una compañía y un hombre: la multinacional Saatchi and Saatchi, y Harvey Thomas, uno de los cerebros grises del Partido Conservador británico, que fue durante 15 años miembro del equipo de Billy Graham y que ahora ofrece sus servicios, gratuitamente, a Palau.
Thomas aconseja a los tories en las campañas electorales y domina el mundo de la publicidad. Su lanzamiento publicitario del misionero anglo-argentino es, dicen los expertos, una obra de arte. Palau despierta hostilidad en muchos medios cristianos por su relación con el excéntrico ex presidente de Guatemala general Efraín Ríos Montt. Sus antecedentes no han impedido, sin embargo, que algunas figuras relevantes del mundo financiero británico le prestaran apoyo. El caso más notable es el de sir Maurice Laing, presidente de una compañía constructora, ex presidente de la Confederación Británica de Industria y de la patronal del Reino Unido y ex director del Banco de Inglaterra. Su foto figura en los folletos publicitarios del misionero como miembro del comité organizador de la cruzada, junto con numerosos pastores protestantes.
El propio Luis Palau explica las razones del apoyo que le prestan numerosas iglesias locales: "La asistencia a las iglesias en Londres ha decaído enormemente, hasta el extremo de que en algunas áreas sólo el 1 % de la población acude a ellas. El 47% de las iglesias de Londres tienen menos de 60 fieles... El dinero gastado es una inversión espiritual. Miles de las personas que se convertirán en las reuniones en el estadio llevarán su apoyo financiero a las iglesias locales y en un pequeño período de tiempo todo el dinero habrá sido devuelto... La iglesia cristiana se habrá beneficiado porque crecerá el número de sus fieles y el apoyo potencial que recibirán".
Palau explica cuidadosamente en sus folletos publicitarios el destino del dinero recaudado: 260.000 libras para publicidad y libros; 235.000, para alquileres de locales y equipos; 75.000, para la predicación; 85.000, para el personal, y 177.000, para otros gastos, como teléfono, correo, papel, etcétera. De dónde ha salido el dinero está menos claro.
Su mensaje evangélico es también simple: "Llévale tus dudas" dicen los carteles. Palau responderá a cuestiones personales, mantendrá desayunos con grupos de madres, dará una fiesta a los niños y predicará 27 días con un lema fundamental: "Rezar, rezar, rezar". Para hacerlo más atractivo, el misionero defiende el rezo en grupo. "En lugar de estar solo", afirma, "reúne a tus vecinos para rezar". La idea es preparar una buena taza de café para los amigos y conocidos y hablar de Dios. "Es sorprendente", afirma, "cuántas cosas pueden hablarse con Dios en, digamos, 15 minutos".
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