Los socialistas cuestionan su papel en la sociedad y analizan las adaptaciones precisas para conservar el poder
FERNANDO JÁUREGUIEl debate sobre la OTAN será tan sólo un punto secundario entre los que se prevén como temas candentes durante el 30º congreso del PSOE, que se desarrollará a mediados de diciembre. El modelo de partido en la sociedad del futuro, el papel que debe desempeñar y sus relaciones con el Gobierno cuando los socialistas estén en el poder son, sin duda, temas de meditación prioritaria para los dirigentes del PSOE.
El debate interno sobre estas cuestiones ya ha comenzado en las agrupaciones y en el propio seno de la ejecutiva federal. Tanto en unas como en la otra se observa ya una preocupación creciente por la falta de información sobre los planes de los dirigentes máximos y sobre la falta de discusión a todos los niveles.
Dentro de una semana, el comité federal del PSOE, máximo órgano decisorio después del Congreso, convocará la reunión de la asamblea de los compromisarios para el mes de diciembre, decidiendo de paso algunas cuestiones de calendario y de método.
La propia mecánica de preparación del congreso, con la presentación de los proyectos de ponencias desde la base -es decir, desde las agrupaciones-, servirá para relanzar el ahora adormecido debate interno en un partido que, según admitió uno de sus dirigentes, quedó "empequeñecido y acomplejado" al tener que asumir sus dirigentes las tareas de gobierno y al pasar más de 30.000 de sus militantes a ocupar cargos en las distintas administraciones del Estado, olvidando, en la mayor parte de los pasos, las tareas propios de la organización.
Por lo que respecta a la ejecutiva federal, el agobio de sus dirigentes ante las tareas del poder ejecutivo les hizo relegar al partido: una vez tras otra, el secretario general, Felipe González, dejaba de acudir a las reuniones semanales de la ejecutiva, y lo mismo hacía, ocasionalmente, alguno de los tres ministros que forman parte de ella (Joaquín Almunia, José María Maravall y Javier Solana).
Esta situación hizo que a los pocos meses de haberse formado el Gobierno se aumentasen las responsabilidades ejecutivas del presidente del PSOE, Ramón Rubial, y que otros miembros de la dirección se encargaran de buena parte de las tareas del partido que estaban desde antes encargadas a los ministros.
La figura del vicepresidente y vicesecretario general, Alfonso Guerra, quedó constituida, de hecho, en el principal nexo entre Gobierno y partido. Todavía
Los socialistas cuestionan su papel en la sociedad y analiza las adaptaciones precisas para conservar el poder
viene de la página 16hoy, casi año y medio después de que el PSOE asumiese el poder, militantes de base y dirigentes se preguntan cuál es realmente la actividad de Guerra desde su despacho en la Moncloa. Nadie duda de que en este despacho se prepara no sólo una parte importante de la legislación, sino también los principales mecanismos para controlar un 30º congreso en el que se plantearán cuestiones decisivas.
En Guerra residen buena parte de las claves desconocidas de un congreso que, sin duda, es casi tan decisivo como el que hace 10 años, el 11 de octubre de 1974, dio el poder en Suresnes a los jóvenes sevillanos que se revelaron contra Rodolfo Llopis, secretario general hasta entonces.
Guerra, 'contestado'
Contrariamente a lo que hasta ahora venía ocurriendo, la figura del vicesecretario general comienza a ser contestada en determinadas agrupaciones y hasta en algunas federaciones, que alegan un total desconcierto sobre lo que se prepara cara a este congreso. Nadie duda, por citar un ejemplo, de las escasas simpatías mutuas entre Guerra y los secretarios generales de las federaciones socialistas madrileña -Joaquín Leguina- y castellano-leonesa -Demetrio Madrid-. Una de las grandes batallas de este 30º Congreso se librará precisamente por el control del poder en esas regiones.
De acuerdo con todos los indicios, el mayor recelo que el vicesecretario general pueda sentir en la actualidad, por lo que respecta a la marcha de los asuntos internos del partido, reside en el poder acumulado por los dirigentes locales del PSOE.
La intervención de Guerra en las campañas electorales autonómicas, de manera especial en Cataluña, ha acentuado los niveles de crítica interna hacia su persona.
Fue precisamente el partido socialista de Cataluña (PSC-PSOE) de Barcelona el que, hace poco más de una semana, abría una brecha que será otra de las claves principales del 30º Congreso: la Alianza Atlántica. Con la adhesión oficial de la organización local de la capital catalana a las manifestaciones anti-OTAN, el PSC inauguraba un rosario de declaraciones públicas de socialistas disconformes con la que, al parecer, será postura oficial en el Congreso.
Cuando la semana próxima el comité federal del PSOE clausure su reunión en Madrid, la capital estará viviendo una manifestación antiatlantista en la que participarán varios miembros del sector Izquierda Socialista, muy probablemente la única corriente organizada que llegará como tal al congreso.
Con estas perspectivas, la proyectada campaña de mentalización interna en el PSOE sobre la inevitabilidad de mantenerse en la Alianza Atlántica, campaña ya comenzada por el propio Felipe González, no va a ser fácil. El informe de gestión que la ejecutiva presentará el próximo día 2 de junio al comité federal se muestra deliberadamente ambiguo respecto a este punto.
Según lo que se desprende del mismo informe de gestión, un segundo frente fundamental en las tareas de la ejecutiva federal hasta la celebración del 30º Congreso consistirá en los intentos de explicación al partido de la política socioeconómica del Gobierno. Las próximas reuniones de dirigentes del PSOE con UGT se consideran decisivas para aplacar los ánimos encrespados de los sindicalistas hacia el Gabinete. Aún están recientes la escaramuza pública que volvió a enfrentar al ministro de Industria, Carlos Solchaga, con UGT y, sobre todo, el artículo firmado por Nicolás Redondo en el órgano oficial del sindicato, Unión, en el que ataca implícitamente algunas afirmaciones de Felipe González según las cuales "el capitalismo es el menos malo de los sistemas".
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