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Las primeras elecciones de Mubarak / 1

Las prácticas democráticas abren camino en Egipto

ENVIADO ESPECIAL"Si no fuese por el calor y la escritura árabe, esto parecería Suiza en vísperas de un referéndum".. Este comentario exagerado de un diplomático europeo ante la propaganda electoral, pegada y distribuida en las calles cairotas, ilustra la morosidad de una campaña electoral cuyos carteles se limitan a pedir el voto para un candidato, y las octavillas contienen programas que se diferencian entre ellos por el número de viviendas sociales que es necesario edificar o los kilómetros e carretera que deben ser asfaltados.

Nada en esos programas asépticos parece poder movilizar a una población incapaz de leerlos -el índice de analfabetismo supera el 60%- y acostumbrada durante las tres últimas décadas a victorias electorales del partido en el poder con un mínimo del 90% de los sufragios. De los veinte millones de ciudadanos- con derecho a voto, sólo 13 se han molestado, según el Ministerio del Interior, en inscribirse en las listas de electores, y menos de la mitad, probablemente, se desplazará el domingo hasta los 23.000 colegios electorales.

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El Gobierno espera, sin embargo, que suceda todo lo contrario. En uno de los numerosos artículos publicados por los diarios progubernamentales sobre los comicios, el catedrático de ciencias políticas Ikram Badredin sostenía en el influyente rotativo Al Ahram que "el escenario está listo, para un tremendo auge de las prácticas democráticas en Egipto, y es de esperar que numerosos electores, que en ocasiones anteriores se abstuvieron de depositar sus sufragios ( ... ), reaccionarán ahora positivamente a lo que sucede".

La larga serie de disposiciones restrictivas tomadas por el ministro del Interior, Hassan Abu Basha, ha contribuido a desanimar la campaña electoral, prohibiendo, por ejemplo, poner en tela de juicio el carácter árabe de Egipto, criticar la política de defensa y, sobre todo, limitando, en un intento moralizador, los gastos de propaganda de los candidatos a 1.000 fibras (127.000 pesetas), y los de los partidos, a 5.000 (435.000 pesetas) por circunscripción electoral.

A diferencia, sin embargo, de los anteriores comicios, los aspirantes a diputados pueden ahora atacar en sus mítines y panfletos el tratado de paz egipcio-israelí de Camp David, pero cinco años después de su firma reina un tal consenso en Egipto sobre este delicado tema, que si todas las fuerzas políticas coinciden en indignarse ante las violaciones del acuerdo por el Estado judío, ninguno se atreve a denunciarlo y restaurar así el estado de beligerancia con la primera potencia militar de Oriente Próximo.Las restricciones decretadas por Basha no conciernen sólo al contenido de la campaña, sino a su desarrollo. Los mítines cállejeros y los desfilen han sido formalmente prohibidos, y los candidatos a parlamentarios sólo pueden dirigirse a sus electores en la sede local de su partido o en grandes tiendas de campaña (saradek), instaladas lejos de los principales ejes de circulacióny que, en el mejor de los casos, no caben más de 800 oyentes.

Creciente independencia judicial

Si fuese por Basha, los partidos políticos tampoco hubiesen tenido acceso a la televisión, pero una inesperada sentencia de unajpsticia que actúa con creciente independencia de cara al ejecutivo les ha concedido, para explicar sus programas, espacios por un total de 80 minutos en la radio y televisión estatales. La decisión del tribunal ha resultado ser para la oposición un arma de dos filos, porque, carentes de experiencia ante las cámaras, sus jefes titubean, se equivocan y dan a veces una penosa impresión de sí mismos.Todas estas limitaciones, que coartan la libertad de expresión, no serían más que "el indispensable corsé de una democracia en vías de reconstitución", según la expresión de un destacado miembro de la oposición, si no se añadiesen a ellas las constantes vejaciones e intimidaciones con las que intentan achantar al principal partido antigubernamental, el Neo Wafd, cuyas reuniones en las saradek son frecuentemente interrumpidas por provocadores chillones, cuando no se corta la electricidad, impidiendo al orador seguir utilizando el micrófono.

En su histórico discurso del 25 de abril, Mubarak, que además de jefe de Estado sigue siendo el presidente del Partido Nacional Democrático (PND), en el poder, prometió que el Estado "no favorecería a sus seguidores en detrimento de la oposición", dando así a entender que decisiones como la suspensión de la venta, a mediados de marzo, de¡ órgano del Neo WAfd -inmediatamente revocada por la justicia- no se volverían a repetir.

Paro, a medida que ha ido avanzando la campaña electoral, el acoso del aparato del Estado al Neo Wafd y a su líder, Faud Sereguedin, de 75 años de edad, ha ido en aumento.

El miércoles 9 de mayo, por ejemplo, el gobernador de la provincia de Kfar Cheikh, en el delta del Nilo, prohibió lisa y llanamente la reunión electoral que iba a presidir en B¡yalla -el pueblo de donde es originario- el antiguo ministro del Interior del rey Faruk, bajo el pretexto de impedir hipotéticos desórdenes.

Más grave aún, el viernes pasado unos 1.000 policías uniformados y provistos de porras se enfrentaron en Alejandría en pleno mitin a los partidarios del Neo Wafd, que se defendieron con sillas de madera. La batalla provocó, según Seraguedin, el "hundimiento de la tribuna oficial, en el que hubo que lamentar numerosos heridos". "Se trató", concluyó, "de una intervención de la policía para impedirme hacer uso de la palabra, lo que, desgraciadamente, consiguió".

Seraguedin, al que Sadat privó de sus derechos civiles, se apresuró, sin embargo, a disculpar a Mubarak de los sucesos de la segunda ciudad de Egipto, recordando que el presidente se pronuncia en un sentido liberal, pero el Gobierno actúa de forma opuesta", y la Prensa de oposición evita también cuidadosamente acusar al jefe del Estado, concentrando sus ataques contra un aparato del Estado al servicio del PND, cuyos más acérrimos defensores son los gobernadores de provincias, a los que reprocha incluso infringir las instrucciones tolerantes del poder central.

Para Noman Gomaa, secretario general adjunto del Neo Wafd, este entorpecimiento sistemático de la campaña electoral de los partidos de la oposición persigue un objetivo concreto: impedir que las fuerzas antigubernamentales rebasen el 33% de los sufragios y puedan así bloquear la elección en 1988 de un nuevo presidente -para la que son necesarios los dos tercios de los sufragios de los parlamentarios- y sea indispensable pactar con ella. "Van a hacer todo lo posible para que no consigamos más de un tercio de los sufragios".

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