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José Barroso, un empresario de 23 años

El dueño de Don Algodón empezó vendiendo camisetas en el colegio

Es un guaperas rubito, peinado a raya y vestido con impecable terno gris y corbata, quizá porque en casa del herrero siempre se usó cuchara de palo. Niega ser un niño de papá metido a empresario y acompañado, indudablemente, por imaginación e iniciativa, y prefiere definir las cualidades imprescindibles en el empresario en clave de ilusión, agresividad y ambición. Lo cierto es que, en seis años, José Barroso, que en marzo ha cumplido 23, ha pasado de pintar camisetas para vendérselas a sus compañeros del colegió del Pilar a ser el propietario de Don Algodón, 80 tiendas en toda España, 600 trabajadores a sus órdenes y mil millones de pesetas de facturación anual. Pero, como nada es perfecto, dice que ahora liga, ¡ay!, menos. Y las señoras de la zona de Serrano, donde están las tiendas de Barroso en Madrid, que no son tontas, deben de tenerle tan crucificado para colocar a las nenas que le hacen afirmar: "Más que novias tengo madres e novias".

Dentro de 10 días se presentará en Madrid la Asociación de Jóvenes Empresarios y José Batroso será su presidente, yes -contesta yes en varias ocasiones, en vez de -, e intentará "promocionar y ayudar a la gente joven". No tienen nada que ver con la CEOE u otras organizaciones empresariales tradicionales, "porque no me gustan y por que ninguno de los que fundamos ahora nuestra Asociación hemos encontrado apoyo en ellas como jóvenes. Además", añade, "las organizaciones empresariales son reivindicativas y a nosotros no nos interesa ni eso ni hacer política".No es que el algodón no sea juvenil, confortable y llevadero para vestir la razón que hace a Barroso acicalarse de ejecutivo, sino que "yo soy muy maniático y me pongo corbata lunes, miércoles y viernes, porque todavía aquí la imagen es la imagen y ciertos señores te ven más muchachito y jovencito, y si llevas corbata piensan que haces planteamientos más serios".

Ha contado una y mil veces que empezó a los 16 años pintando camisetas, que vendía a sus compañeros del colegio del Pilar, y que puso la primera tienda hace cuatro años y medio con 75.000 pesetas que consiguió que le prestara un banco a cambio de dejar en depósito dos cadenas de oro. Por eso ahora, cuando se mira al espejo de los años que van de los 17 a sus 23 de hoy, se ratifica en la idea de que "cuando alguien no necesita algo, no llega a hacer grandes cosas".

Cuando emprendió la aventura de la camiseta había dejado de ser rico por su casa. Su padre, arquitecto, tenía una empresa constructora, que quebró cuando Pepe Barroso tenía 12 años, y a los 14 él se dio cuenta de que de poco iba a servir que el bisabuelo hubiera sido ministro de Alfonso XIII una decena de veces y que el general de su mismo apellido se hubiera sentado a la mesa del Consejo de Ministros con Franco. Todavía- entonces ser pilarista imprima carácter -"el director nos enumeraba a ministros y directores generales salidos del colegio, que era muy selectivo, y los que quedábamos al final éramos unos fenómenos"- y, al acabar el bachillerato, el hoy niño de moda del empresariado -"eso de niño de moda sólo voy a aprovecharlo para nuestra Asociación, que conste"- empezaría ICADE, estudios que luego abandonó, no sin reprimendas familiares.

Pero con todo esto, con su absoluta entrega de hincha y socio del Atlético de Madrid, club que le gustaría presidir y de cuyo actual mandatario, Vicente Calderón, dice que es su segundo padre; con su horror a los aviones, su amor por la música romántica -"en música soy bastante hortera"-, su gusto por los caballos y por ese vicio de ejecutivos que es el squash, Pepe Barroso nota que "ahora se cortan más las niñas", que "antes ligaba, más". Y eso que no está vacante. "Salgo con una niña y lo tengo que decir, porque se coge cada cabreo impresionante". Igual las otras se cortan más porque le han visto con ella. O porque se han enterado de que tiene la mili sin hacer.

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