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Baudrillard: "Frente al ruido de la información extrema cabe el silencio como respuesta".

El profesor francés imparte un curso sobre arte en la universidad de Barcelona

Pensar el arte es el título del seminario que imparte en la Universidad de Barcelona Jean Baudrillard, profesor de Sociología en Nanterre (Francia). En su última obra aparecida en castellano, Las estrategias fatales, publicada esta misma semana por la editorial Anagrama, desmenuza el sinsentido de situaciones que no carecen, sin embargo, de una lógica. Baudrillard acaba proponiendo, ante el ruido de la información extrema, el silencio significativo, al que hay que intentar comprender".

"No nos comunicamos jamás", escribe Baudrillard en Las estrategias fatales, y remata: "La inercia insoluble por el esfuerzo, el silencio insoluble por el diálogo". Se trata, matiza, "de un silencio voluntario. No es el silencio que puede ser vencido con el acceso a la palabra, como el niño que aprende a hablar, o con la posibilidad de una expresión libre. El silencio del que yo hablo es el de los que no quieren hablar, de los que no , quieren responder a las preguntas. Es un silencio más allá del diálogo. No deriva de una carencia de comunicación, sino del exceso de comunicación y palabra. Es nuestra situación actual. Domina el ruido y adopatamos el silencio como autodefensa. Elegimos guardar el secreto, callar, no entrar en comunicación. Puede, por supuesto, tratarse de un silencio significativo, cómplice o iniciático. Un rechazo ante la palabra que, por exceso, se anula. Un silencio al que hay que intentar comprender".El silencio en el proceso comunicativo se complementa, paradójicámente, con la aparente moviliad social. Los hombres que en las ciudades occidentales no parecen parar jamás, "en realidad no se "mueven. La aceleración total es igual a la inercia, y el movimiento, total igual a la pasividad. No hay origen ni fin, ni sentido, en el camino, porque todo está en movimiento. Y este movimiento en todas direcciones a un tiempo termina, como en el ojo del huracán, en pasividad absoluta. La masa no es más que la suma de los movimientos acelerados de todos los individuos". Es parte de lo que, en su libro último, llama lo fatal. "Lo fatal es el retorno de algo a su contrario. La extrema información se con vierte en extrema ignorancia; la extrema comunicación, en aislamiento; la extrema expresión, en silencio. Es un movimiento curvilíneo que se anula a sí mismo". Pero se trata de una noción de fatalidad "no religiosa, sino lógica, hiperlógica".

Moral e inmoralidad

Una lógica o hiperlógica que provoca el movimiento de las gentes -Baudrillard intenta constantemente dejar claro que su análisis de situaciones y comportamientos no deriva de esquemas psicologicistas ni de una supuesta sociología objetivista- desde criterios qué escapan a la dicotomía útil/inútil. "La gente", afirma, "se comporta con otra moral u otra inmoralidad. Parece responder a un encadenamiento de acciones, a una hiperlógica, una hiperfinalidad, no una finalidad objetiva. Hay uña especie de dialéctica acción/objetivo que es llevada al extremo en el que se pierde de vista la propia finalidad. Es una lógica extremista, terrorista, hasta llegar a la trivialidad, hasta culminar en el binomio violencia/indiferencia.El terrorismo es, en realidad, un nuevo fenómeno. No es ya la anomia, la negación de la ley, sino la anomalía. Aunque en la comprensión del fenómeno terrorísta y de los objetivos que elige debe hacerse intervenir también el carácter de media que juegan. Es el caso del Papa, que en cada viaje sufre un atentado. "Todo es simulación, espectáculo, incluso cuando los atentados son reales. Y también los otros atentados tienen un fuerte componente de espectáculo". El terrorismo, en su habitualidad, deja de ser la excepción de la regla. "Los movimientos marginales, por el contrario, eran anomias que reivindicaban la realización de un derecho. Eran explicables en términos de libertad, de liberación. Movimientos históricos o sociológicos relativos. Mayo del 68 es ya un híbrido, en parte anómico y en parte anómalo, en la medida en que es un movimiento sin consecuencias sociales. El caso más evidente es el accidente de coche. Un fenómeno de imposible racionalización. No es una transgresión, es un hecho fuera de la norma". También la existencia de los disminuidos fisicos "era, en su origen, una anomalía que se presenta ahora construye la sociedad a partir del hecho de la disminución, lo que no deja de ser una metáfora de esa nueva sociedad. El accidente se convierte en norma".

La noción de accidente deriva en la, asunción de la catástrofe. Baudrillard llega a afirmar: "Las ciudades se diferencian por las formas de catástrofe que suponen", y añade que Nueva York es King-Kong y Los Ángeles es la falla horizontal, la fractura y el deslizamiento de California en el Pacífico. Frente a ellas están las ciudades europeas, desprovistas de sentido de catástrofe en función de la presencia de su pasado: "Para París o Barcelona, su límite es su pasado. Son del pasado. Ciudades del siglo XIX, cuya catásrofe, metafórica, es acabar convertidas en museo".

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