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Morán

Rosa Montero

Se ha puesto de moda el tiro al Morán. Al Morán don Fernando, se entiende. Son dardos verbales, florituras chistosas, chuflas de aperitivo o de café. Es el deporte del momento. Cuenta con la innegable ventaja de ser un ejercicio sedentario, amén de lo fácil del blanco, que es abundoso en carne y bien visible. Y encima ministro. Todos los pueblos del mundo sienten una enigmática afición a zumbar a los ministros y demás representantes del poder, de modo que los chistes proliferan. La mayoría son viejos y sin gracia, reformados para dar cabida al personaje. Aunque también haya alguno con ingenio, como el célebre del altavoz del aeropuerto:-Señor Morán, señor Morán, suba a la segunda planta, por favor... Señor Morán, señor Morán, suba a la segunda planta, por favor... Señor Morán, señor Morán, bájese del ficus, por favor...

Yo no acabo de entender el porqué de tanto cuchufleteo y paroxismo. No es que quiera reivindicar la pericia ministerial de don Fernando, ni que me parezca excesivo el dar tanto la tabarra a las alturas. Es que no comprendo el porqué de esta súbita mordacidad contra Morán, cuando de todos es sabido que hubo y hay políticos que reúnen tan notables características como él, por no decir bastantes más, para convertirse en musos de sátira y de befa.

Qué decir del ex presidente Calvo Sotelo, por ejemplo, que hubiera sido una inagotable fuente de inspiración por su gracejo, su expresividad y su salero desbordante. O de tantos ministros del antiguo régimen, como aquél de Educación de quien se dice que fue nombrado por error. Aquel señor cosechó algunos chistes, eso es cierto, pero fueron chuflas susurradas, sonrisas clandestinas, porque entonces uno no se podía carcajear del Poder impunemente.

Total, que no lo entiendo, que no comprendo por qué Morán sí, por qué no otros. Un resabio izquierdoso me dice que quizá no sea casual toda esta burla, que reírse de Morán puede ser un modo de atacar al Gobierno socialista, un arma más de la derecha. Y si es así, qué alivio, qué síntoma estupendo, qué fabuloso avance. Porque prefiero mil veces los chistes a los tanques.

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