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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Televisiones públicas y publicidad privada

DURANTE UNA larga etapa, Televisión Española ha seguido la estrategia de financiar sus gastos con una combinación simultánea de recursos públicos, procedentes directamente de los fondos presupuestarios, y de pagos por publicidad realizados por empresas privadas, obligadas a pasar por el aro del monopolio estatal para poder acceder a ese poderoso instrumento de incitación al consumo de determinados productos y marcas. La supuesta revolución de las nuevas autoridades de RTVE ha sido desplazar el origen de sus ingresos a esa segunda fuente de recaudación, a fin de intentar vender a la opinión el embeleco de la rentabilidad del invento, aun a costa de omitir que el supermillonario presupuesto de televisión -caracterizado por el despilfarro- se sufraga mediante la graciosa concesión por el Estado del monopolio del mercado publicitario.La consecuencia de esa concentración de los ingresos televisivos en la publicidad privada ha sido, a la vez, un abusivo encarecimiento de los precios en las emisiones de alcance nacional de mayor audiencia y un descarado abaratamiento, típico de las prácticas de dumping, de las tarifas de los espacios de ámbito regional que preceden a la programación normal. De esta forma, Televisión Española no sólo muerde con voracidad creciente en las cuentas de gastos publicitarios de las grandes compañías, en perjuicio de la Prensa escrita y de las radios privadas de alcance nacional, sino que trata además de dar la puntilla a los medios de comunicación locales que reforzaban sus debilitadas tesorerías con anuncios de las empresas de la región. Las elevadas tarifas que el monopolio televisivo permite en las emisiones de gran audiencia se complementan así con la guerra de bajos precios para hacer la competencia desleal en los ámbitos locales.

El panorama se ensombrece todavía más con la irrupción de los canales autonómicos, cuya condición de televisiones también públicas parece arrastrar consigo los vicios de los dos canales gestionados por el Ente Público RTVE. Mientras Radio Nacional de España ha respetado el principio de que un servicio público de comunicación social es incompatible con la publicidad, el ejemplo inverso de Televisión Española ha enseñado el camino por el que se disponen a transitar los restantes canales públicos. De esta forma, el mercado publicitario será escenario de una lucha entre entidades públicas que, al menos en teoría, no disponen, sin embargo, de otra fuente de legitimación que las competencias que los ciudadanos delegan en sus representantes elegidos a través de los votos.

Las televisiones de Cataluña y del País Vasco desempeñan, sin duda, la importante labor de que el catalán y el euskera sirvan de vehículo de comunicación a través de la pequeña pantalla. Aunque sólo fuera por el mandato contenido en el artículo 32 de la Constitución, según el cual "la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial atención y respeto", esos canales -como en su día el gallego- merecen apoyo y respaldo. Pero si la financiación a través de la publicidad es criticable incluso en las televisiones plenamente justificadas por razones idiomáticas, las pretensiones de otras comunidades autónomas de invertir importantes recursos en instalaciones para canales propios, cuyos gastos de mantenimiento serían sufragados luego mediante anuncios comerciales, son sencillamente estrambóticas. El nuevo presidente de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, ha adoptado la elogiable decisión de renunciar a un proyecto que hubiera devorado recursos públicos merecedores de mejor asignación y entrado en competencia desleal con los medios de comunicación regionales. Tal vez esa iniciativa pudiera servir de ejemplo a otros presidentes de comunidades autónomas que piensan exclusivamente en término de poder -a veces de poder personal- al diseñar sus propósitos de cargar sobre los presupuestos de las instituciones, pagados por los ciudadanos, y sobre las expectativas del mercado publicitario, mermado para la iniciativa privada, la puesta en marcha de esas futuras hermanas clónicas de Televisión Española.

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