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José López, capitán de los 'armaos' de la Matarena

En la madrugada del Viernes Santo se convierte en el hombre mas popular de Sevilla

Cada año, al llegar la Semana Santa, se afeita el bigote, para después volver a dejárselo. Es una de las cargas que supone ser capitán de los armaos de la Macarena. A cambio de eso, cada madrugada del Viernes Santo se convierte en protagonista de la fiesta más multitudinaria de España. Un millón de personas asiste a contemplar su paso, al frente de la extraña centuria de servidores de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y de la famosísima Esperanza Macarena.

ALFREDO RELAÑO José López Fernández sería un hombre corriente, a no ser por esto. Un hombre de clase media baja, 65 años, varios hijos y ya algún nieto. Uno más. Pero hace 47 entró a formar parte de la Centuria Romana. Lo hizo porque es del barrio de la Macarena, porque es devoto de la Esperanza y porque sí. "Desde entonces ni una sola madrugada de Viernes Santo he dejado de acudir vestido de armao, y el día que ya no pueda salir, porque el cuerpo no aguante, preferiré pasarlo fuera de Sevilla."

¿Y cómo se llega a capitán de los armaos? "Con años y haciendo esto en serio, tomándoselo como es, una cosa de respeto, de respeto a una tradición vieja y a una devoción". José López se manifiesta seguidor de Antonio Ángel Franco, de quien heredó, hace 18 años, el mando de la centuria. Un capitán duro aquel Antonio Ángel Franco. Si cuentan que los jefes romanos diezmaban sus legiones cuando éstas demostraban cobardía y rehuían el combate, dando muerte a uno de cada 10 legionarios, el anterior capitán de los armaos fue más allá, y hasta dos veces largas diezmó su centuria, de la que expulsó a 22 hombres por compartir su devoción por la Macarena con frecuentes homenajes al fino de Jerez y a la manzanilla de Sanlúcar. Desde entonces ha perdido fuerza el dicho Bebes más que los armaos de la Macarena; hay bastante sobriedad y se cumple escrupulosamente la norma de no llevar barba ni bigote.

Pasea con seriedad insólita entre las muchedumbres que aguardan impacientes a que llegue la Macarena, para llamarla guapa, y toma tan en serio su papel, hasta tal punto se siente embajador de la Macarena, que no quiere ni pronunciarse sobre cuál es más guapa, si ésta o la Esperanza de Triana. Sólo quiere ser beligerante en fútbol, materia en la que se manifiesta sevillista, y cuenta con orgullo cómo el argentino Bertoni, marchado tiempo ha a la Fiorentina, sigue pagando mensualmente desde Italia su cuota para mantenerse como hermano de la Macarena, cofradía para la que le ganaron, durante su estapa sevillista, otros dos jugadores del club, Pablo Blanco y Juan Carlos.

Es toda una paliza eso de ir de arriba abajo, entre la centuria, vigilando que todo marche, que ninguno se desmande: "Hay permiso para ir a tomar café y desayunar por la mañana, con la mujer o la novia, pero sólo un rato". Poco para tantas horas, porque los armaos se ponen en marcha a las siete de la tarde del Jueves Santo, con las visitas de cortesía a la Hermandad de los Gitanos, al convento de Sor Ángela, al mercado de la Encarnación, al Ateneo y al Gran Poder. Luego hay que salir con la Macarena, a primera hora de la noche, y caminar toda la noche, y toda la madrugada, y toda la mañana, hasta las dos o las tres de la tarde del Viernes Santo: "Pero yo no lo cambio por nada. No hay soldado mejor pagado que los armaos, porque ¿qué mejor pago hay que la mirada de admiración de un niño qué sueña con ser un día armao?"

¿Por qué romanos? Blanco Freijeiro, en el excelente curso que sobre la Semana Santa organizó hace pocos días en Sevilla la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, hizo referencia al origen precristiano de las procesiones, y relacionó las actuales con cultos a Cibeles, a Isis o a la Magna Máter. José López no quiere ir tan lejos: "No, no es romano, es sevillano. Por eso decimos capitán, que es una palabra más nuestra, y no centurión. Y decimos armaos y no romanos".

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