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Para que sirven los republicanos

Fernando Savater

Confieso que siempre he tenido cierta debilidad por lo que no sirve para nada. Es una característica que debe venirme de mi torpeza manual, de mi incapacidad yo diría que casi esencial para hacer funcionar a las cosas: ante algo útil me azaro y me siento desagradablemente solicitado, requerido con exigencia a colaborar, urgido. Todo lo que es útil me parece que sabe más que yo... Por otro lado, no puedo quitarme de la cabeza que entre cosas útiles se siente uno como un empleado más: lo útil nos utiliza, lo que sirve nos emplea como siervos. Sólo los objetos superfluos o puramente ornamentales tienen la generosidad de respetar la cuestionable libertad del hombre: lo que no sirve para nada se nos parece... Conocida esta debilidad mía por cuanto se resiste a ser convertido en herramienta, algunos amigos me han sugerido en ocasiones que quizá lo que más me atrae del ideal republicano sea precisamente su actualmente escasa función práctica. Según ellos, ser republicano hoy es acantonarse en la nostalgia (en mi caso, en la nostalgia de algo no vivido, que es sin duda la nostalgia más patética) o en el maximalismo rancio y agreste, cuya idea de comportamiento revolucionano viene a ser deplorar amargamente el presente en lugar de utilizar al máximo sus mejores posibilidades. Francamente, no me reconozco en ninguno de estos dos reproches: lo que me interesa de la idea republicana son las perspectivas a que apunta y no los recuerdos que la avalan; y creo que vivimos ahora en España un período de insólita fortuna histórica cuyas realidades es oportuno discutir y miserable desdeñar. En lo que aún no sirven y en lo que ya sirven, pero sobre todo por lo que son y representan, tienen -tenemos- los republicanos motivos para ser declarados -¿por decreto regio?- "de interés público". De tales motivos quisiera hablar brevemente en este 14 de abril.Ni resentidos, ni ilusos, ni subversivos: precisamente la idea republicana consiste en la aplicación política del moderno sentido común ilustrado. Nadie reivindica el derecho divino de la República, ni pone la efectiva realización de este sistema de gobierno por encima de la lección de las circunstancias o de la voluntad de los ciudadanos. Ser republicano es, ante todo, ser cuerdo en política y no profesar principios que merezcan el sacrificio masivo de la felicidad de los individuos o de la paz justa del país. Pero claro está que no renunciamos a nuestras ideas propias porque a algunos no les parezcan oportunas, ni tampoco suponemos que la inoportunidad provocadora sea el mejor argumento a su favor. Obviamente, en modo alguno se trata de una cuestión personal: ningún republicano ha negado jamás que haya. habido reyes buenos y malos, beneficiosos y dañinos. Si el que reina ahora es excelente, por tal se le tendrá y mejor para todos. De igual manera, hay que suponer que nadie en palacio tiene por qué dudar de la buena fe civil de ningún republicano que respete las leyés y el sistema democrático. Empate, pues, en el caballeroso fair play en cuanto al reconocimiento de méritos individuales de cada cual. Otra cosa son los argumentos a favor de cada uno de los dos sistemas. A ninguno le faltan, pero pertenecen a rangos diferentes: los que apoyan a la monarquía como sistema invocan lo irremediable, el peso del pasado, los poderes fácticos, la necesidad popular de identificación con símbolos carismáticos e inapelables, y probablemente tienen buenas razones para ello; los que sustentan la idea republicana requieren la desmitificación del poder, la elegibilidad y revocabilidad de cualquier cargo público, las expectativas racionales del futuro, y también merecen ser escucha-

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Para qué sirven los republicanos

Viene de la página 9dos. En general, unos argumentan desde lo que los hombres temen e ignoran, otros desde lo que saben y esperan. Para re:sumir, señalemos que si en la presente situación todos debernos ser prudentemente realistas, ello no equivale a convertimos obligatoriamente en monárquicos...

Ha habido y hay muchas formas distintas de perspectiva política desde la común aceptación del marco republicano como forma preferida de organización estatal. Italia, la Unión Soviética y EE UU son republicanos; fueron republicanos Indalecio Prieto, Gil Robles y Maciá. Quizá por ello fuese oportuno destacar aquí algunos de los rasgos de la tradición republicana que más interés puedan presentar en la actual situación española: yo insistiría especialmente en el carácter laico del Estado, en la concepción federal -es decir, pactada y no coactiva- de la unidad del país, en la prioridad concedida a la educación en todos sus niveles, en la reforma humanitaria y científica de las instituciones de reclusión forzosa de individuos. Pero ante todo quizá sea el talante republicano lo que hay que conservar o reinventar... ¡Incluso a los monárquicos no les vendría mal ejercitarse en él! Un talante más leal a los proyectos colectivos que ciegamente adicto a los individuos, que considera posible guardar la ilusión sin creer en la magia...

Es evidente que la República no es la panacea capaz de curar todos los males del país en que vivimos, pero no es menos obvio que el silencio semiamenazador caído sobre esta idea constructiva y quienes legal y legítimamente la propugnan es en cierta medida residuo temeroso de esos males.

es escritor y presidente del Ateneo Republicano.

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