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Una aburrida jornada de cierre

El aburrimiento derivado de la falta de negociación continuó siendo la última seña de identidad de las reuniones que cerraron la semana bursátil inmediatamente anterior a las vacaciones de Semana Santa, donde, una vez más, Telefónica se encargó de resolver la diferencia del índice general al apuntarse un nuevo y discreto avance en su cotización en una operación que parece destinada a consolidar el cambio de sus acciones por encima del 80%.Ninguno de los dos grandes sectores del mercado, bancos y eléctricas, tuvieron prácticamente nada que decir en estas aburridas jornadas. El índice de bancos se mantenía prácticamente al mismo nivel de las reuniones precedentes, ya que la única diferencia de cierta consideración que se registraba era la ofrecida por Banesto, que perdía tres puntos en el mercado madrileño como consecuencia de los más de 23.000 títulos de saldo vendedor que ofrecía. Central fue la otra entidad que: aceptaba recortes en sus cotizaciones, aunque en este caso se limitaba a un entero. En sentido contrario operaban Hispano y Popular, con mejoras de dos enteros, respectivamente, y que pretendían reflejar unas pequeñas diferencias positivas, en tomo a los 5.000 títulos, que tampoco presentaban mayor significación. El grupo eléctrico, que continuó siendo objeto de profundo desinterés de los inversores, presentaba diferencias negativas en la mayoría de sus valores más representativos. De poco valieron algunos intentos por variar la trayectoria de los cambios, que se realizaban desde algunos grupos institucionales concretos. El mercado no daba para mucho más, y así -se encargaban de ponerlo de manifiesto -los vendedores.

El resto del mercado apenas dio muestras de actividad, y no se observaron actuaciones dignas de mención. Lo cierto es que el dinero continúa sin afluir a la sala de contratación, lo que da lugar a una actividad mortecina que resta interés a la trayectoria del mercado.

El esperado flujo comprador que en teoría debía derivarse de la amortización de certificados de regulación monetaria (CRM) que se produjo el pasado 30 de marzo no ha sido detectado en los mercados bursátiles convencionales. En cambio, la actividad en torno a otros activos, aparte de los títulos de renta variable, se ha incrementado en las últimas semanas de forma sorprendente, como ponen de manifiesto los 2.400 millones de pesetas que se negociaron ayer en el mercado de valores madrileño en pagarés del Tesoro, con y sin pacto de recompra, y pagarés de empresa.

Los recientes cambios en materia fiscal a que se han visto sometidas las sociedades de inversión colectiva, soporte real de los mercados bursátiles, ha definido una recanalización de sus fondos hacia este tipo de activos.

La no recuperación de las retenciones a cuenta en los dividendos percibidos ha hecho perder una parte importante de su competitividad a las inversiones en acciones, en favor de los pagarés, que, por otra parte, están ofreciendo tinos rendimientos a corto plazo, estimables en un 15%.

Evidentemente, los responsables de las grandes carteras institucionales prefieren este tipo de riesgos, máxime cuando se sigue apuntando la posibilidad de que durante el presente ejercicio se desate una auténtica tormenta de ampliaciones de capital, que podría terminar ocasionando distorsiones apreciables en el mercado.

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