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Los nefastas actitudes del alcalde de Oviedo

La concejal comunista del Ayuntamiento de Oviedo, representante de la tercera fuerza política en el municipio ovetense, cierra con su opinión la polémica sobre el boxeo, prohibido inicialmente por el alcalde y posteriormente revocado su acuerdo en un pleno.

Ya es la segunda vez que el alcalde de Oviedo ha acudido a este periódico para responder ante todo el país de lo que no responde en su ayuntamiento. Los que conocemos de cerca al señor Masip nos limitamos, en estas circunstancias, a esbozar una tierna sonrisa. Pero hay ocasiones -ésta es una- en las que su legítimo derecho de autodefensa se convierte en falacia hacia quienes no compartimos sus actitudes, y eso sí que constituye una nefasta actividad.El artículo del señor alcalde estaba plagado de expresiones bélicas, sintomáticas de una personalidad que tiende a considerar cualquier discrepancia hacia su gestión como una batalla personal en la que tiene que defenderse. Creo que ha llegado el momento de que los ciudadanos de este país que han escuchado y leído la opinión del señor Masip, a través de muy diversos medios de comunicación nacional, se enteren de lo que realmente se está dilucidando en el Ayuntamiento de Oviedo. Y no es un debate sobre las excelencias o sobre las miserias del boxeo, sino sobre una determinada manera de ejercer el gobierno, de administrar la confianza que miles de ciudadanos han depositado en sus representantes. En definitiva, un debate sobre el ejercicio democrático de la autoridad.

En efecto, al margen de las discrepancias entre AP, PDP y PCE, lo que nos unió el jueves 29 de marzo fue una decidida actitud de frenar la reiterada tendencia del alcalde a sorprendernos con ocurrencias personales que se traducen en agravios para ciudadanos ovetenses, en los que nos vemos implicados todos los miembros de la corporación. ¿Saben ustedes por dónde nos enteramos los concejales de Oviedo de que se había prohibido el boxeo en las dependencias municipales? Yo, en concreto, por una emisora de radio. Debe ser que ni siquiera la mínima cortesía forma parte de los grandes valores de nuestra avanzada civilización, no digamos ya el ejercicio colectivo del poder, ni mucho menos el derecho de los demás a ser escuchados antes de que se les prohíba algo. Aquí radican las razones fundamentales de nuestra oposición a que el boxeo se prohibiese en Oviedo, aunque no descarto que el Grupo Popular tenga otras, y aunque a mí, representante del PCE, me agrade un determinado ejercicio boxístico que nada tiene que ver con el Chicago años treinta. Nos hemos opuesto, sencillamente, a que los criterios del alcalde se conviertan en prohibiciones automáticas. Si su "notable sensibilidad humanística" no encuentra asuntos más sangrantes que el boxeo contra los que iniciar una cruzada, que acuda al Parlamento, única institución desde la cual se puede prohibir para todos los españoles. Actuar desde su ayuntamiento supone un agravio para los ovetenses que practican este deporte.

A algunas personas, entre las que me encuentro, nos produce estupor la facilidad prohibitiva de ciertos gobernantes, así como la utilización que hacen de los especialistas en la materia. Amparar la prohibición del boxeo en neurólogos, neurocirujanos, en Pitágoras, o en mi querido profesor Gustavo Bueno, me parece sumamente peligroso. Porque todas esas insignes personas pueden convencerme de una determinada cuestión, pero no me dan patente de corso para actuar a mi libre albredío desde una institución democrática. Pueden avalar la legitimidad de unas ideas, pero no pueden justificar la actitud de imponer esas ideas.

Mayor estupor, si cabe, me produce la idea de que se contribuye al cambio moral de la sociedad y del deporte no permitiendo el boxeo. Considero que es una argumentación engañosa y, desde luego, muy alejada de la titulación leninista del artículo del señor Masip. Los que nos movemos en una concepción progresista del mundo y del hombre tendemos a creer que los cambios morales sólo pueden ser consecuencia de cambios estructurales; que la violencia no se acabará mientras existan sociedades en las que haya hombres, no importa su número, que se sientan aplastados, sancionados. Y si creemos eso, ¿cómo vamos a reclamar cambios morales en la actual situación, donde el paso atrás se concreta en hombres y mujeres que vuelven a pasar hambre? ¿Cómo se puede hablar con tanta seguridad de barbarie y salvajismo frente a civilización y progreso, en un momento en que el deterioro de las condiciones de vida hace posible la pervivencia de personas dispuestas a ser explotadas, a dejarse desfigurar el rostro y el alma porque, como dijo aquél -que no era Pitágoras precisamente-, "más cornás da el hambre"? Me pregunto si, de verdad, los detractores del boxeo no encuentran en la cultura urbana regresiones más trágicas y más sangrantes que ese deporte. Se ve que es cuestión de prioridades sensitivas.

Sólo me resta esperar que el señor alcalde siga defendiendo sus opiniones, pero eludiendo juicios de valor sobre sus compañeros de corporación, entre los cuales me encuentro. Confiar en que la profundidad de convencimiento haga posible que no se sienta preocupado porque otras personas no estemos de acuerdo con él. Es estimulante encontrar opositores, y es posible que al final, y gracias a nuestras críticas, llegue a ser un buen alcalde.

es concejal comunista del Ayuntamiento de Oviedo.

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