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El desenlace del asesinato de la esposa del industrial Enrique Salamó

Un muchacho introvertido, que no quería estudiar ni trabajar

ENVIADO ESPECIALÁngel Emilio Mayayo Pérez -Angelito, para la familia- pasa por ser un muchacho introvertido, encerrado en sí mismo, según personas que le han tratado.Y, sobre todo, nada estudioso y mucho menos trabajador. Hace años que dejó sus estudios: por lo que parece, no llegó a acabar el bachillerato, y jamás ha trabajado. Vivía de la pensión de su madre, Pilar Pérez, viuda de Ángel Mayayo, durante muchos años juez de instrucción en Reus, Gerona y Tarragona y miembro de la Audiencia de esta provincia, que falleció hace seis años víctima de una enfermedad hepática. Para Miquel Roca -que trabajó como ordenanza en los juzgados de Reus y conoce a Miquel desde "que era así de pequeño", dice mientras señala una altura de medio metro-, Mayayo padre era "muy recto, una bellísima persona, quizá demasiado bueno".

Josep Puyals, vecino de los apartamentos Reus Mediterrani, escenario del crimen, lo recuerda de niño como muy travieso, incluso descarado y aparentemente muy mimado por su madre. "Muy protegido", según otras personas que lo trataron. Puyals se hacía cruces ayer al mediodía de que aquel joven fuera el asesino: "Pero si eran íntimos amigos, sobre todo, de los hijos del matrimonio Salornó; siempre iban juntos". Pilar Pérez y María Teresa Mestre se conocían desde jovencitas. Según algunas versiones, habían estudiado juntas en Zaragoza. Es lógico suponer que no fue casual, sino fruto de la amistad, que los Salomó adquirieran el tercer piso del número 8 de los apartamentos Reus Mediterrani, y los Mayayo, el primero.

A 300 metros, en la carretera que une Salou con Cambrils, hay una cafetería en la que cenaron juntos a menudo Ángel Emilio y los hijos del matrimonio Salomó durante los 15 días en que María Teresa Mestre estuvo desaparecida. Mientras el joven Mayayo consolaba a Enric y Maite, el cadáver descuartizado de la madre de éstos permanecía en el lavadero del domicilio familiar de Ángel, en Reus, a 20 kilómetro de Salou. El cinismo o la sangre fría de Mayayo eran comentados ayer con estupor por otro vecino que no se identificó: "Esta misma mañana me han dicho en la cafetería: 'Mira, en esa mesa se sentaban cada noche'; parece increíble".

El matrimonio Mayayo tenía una hija, más joven que Ángel Emilio, que falleció de accidente cuando contaba tres años de edad, al caer del balcón del domicilio de Reus, un segundo piso del número 28 del Arrabal Rebusquer. La familia Mayayo, cuando vivía el padre, residía en el apartamento de playa gran parte del año, apenas el clima se tornaba templado, y en Reus cuando hacía frío. Desde que murió el padre, las estancias en Salou de madre e hijo se prolongaron.

Miquel Roca fue testigo, sin saberlo, de la detención de Ángel Emilio, en el restaurante cafetería Gaudí, a 50 metros del domicilio de Reus. "Lo vi sentado allí, en aquella mesa, junto con otro joven muy bien trajeado. Estuvieron conversando y al poco rato ambos se fueron". La escena la sitúa alrededor de las 19.30 horas del lunes. Sólo al día siguiente sacaría la conclusión de que aquel otro joven era el policía que le detuvo. El dueño de la cafetería no recuerda a ambos jóvenes -Mayayo no era un cliente habitual-, aunque sí lo que les sirvió: un whisky y un bitter-lemon. Su esposa recuerda que el policía llegó primero. Tomó asiento y al poco rato llegó el otro joven, vestido con una chaqueta deportiva. Recuerda también que se fueron juntos. "Nosotros no nos enteramos de nada; todo fue muy discreto", explica el dueño de la cafetería, quien supo por una llamada telefónica de una emisora local, lo que había ocurrido la víspera en su local.

Junto al domicilio de los Mayayo está el bar América, uno de cuyos camareros no salía tampoco de su asombro: "Ayer mismo estuvo aquí, a tomarse un bocadillo; precisamente le preguntamos si se sabía algo del caso y nos contestó que no, que la policía aún no nos ha dicho nada".

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