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Hoy, elecciones en el País Vasco

La campaña estuvo marcada por la agresividad verbal de algunos lideres y los efectos de la violencia terrorista

Los asesinatos, en menos de 48 horas, del candidato socialista Enrique Casas y del presunto miembro de ETA Militar Eugenio Gutiérrez, vienen a culminar una campaña electoral presidida por la violencia, pero también por la agresividad verbal entre los aspirantes a representantes del pueblo vasco. El nivel de participación en los comicios es la principal incógnita a resolver hoy. De cuál sea la cota alcanzada por la abstención depende porbablemente que el próximo ejecutivo de Vitoria siga siendo un Gobierno monocolor nacionalista o bien un Gobierno de coalición.

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Desde antes incluso del inicio oficial de la campaña, diversos hechos vinieron a dar la razón a los más escépticos. Apenas 10 días después de la aparición en el Boletín Oficial de la Comunidad Autónoma del decreto de disolución del Parlamento Vasco y convocatoria de elecciones, ETA Militar asesinaba en Madrid al teniente general Guillermo Quintana Lacaci. Una semana después, la misma organización terrorista acababa con la vida del ingeniero Mikel Solaun, justamente a la misma hora y en la misma localidad vizcaína en que medio centenar de periodistas madrileños, especialmente invitados por el PNV para "comprobar con sus propios ojos la realidad de Euskadi", almorzaba con varios parlamentarios nacionalistas. Un día después, el cinco de febrero, ETA cerraba su precampaña hiriendo gravemente: en Lasarte (Guipúzcoa), al guardia civil retirado José Herrero, apenas unas horas antes de que un comando armado lanzase tres granadas contra el cuartel de la Guardia Civil de Tolosa.Para entonces, ya se encontraba en su apogeo la tan desaforada como incomprensible polémica entre el PNV y el PSOE en tomo a los carteles electorales: la falta de previsiones legales sobre la propaganda electoral en las fechas anteriores al inicio oficial de la campaña dio ocasión a los más severos (y hasta trascendentes) pronunciamientos sobre la infamia del rival respectivo.

Para que nada faltase, los GAL decidían sumarse también a la campaña, y el día 8 asesinaban en Hendaya a los miembros de ETA Ángel Gurmindo y Vicente Perurena. La campaña oficial se iniciaba, así, de manera idéntica a como iba a terminar: entre funerales.

Pero entre las honras fúnebres en memoria de las dos víctimas de los GAL y el asesinato del senador Enrique Casas se registraron, entre otros, los siguientes hechos: el atentado mediante granadas lanzadas a distancia contra los dos guardias civiles que custodiaban una subestación eléctrica en Hernani; la violenta irrupción policial en un mitin de HB, en Irún; la suspensión de un mitin de Arzallus, en Andoain, tras la irrupción de un grupo de reventadores; la explosión en un local de Zarauz, en el que acababa de intervenir Manuel Fraga, de un artefacto explosivo, colocado, al parecer, por las mismas personas que nueve días después dispararían contra Enrique Casas; la muerte en la localidad vizcaína de Cruces, en circunstancias no suficientemente aclaradas -hay una investigación judicial abierta- del miembro de ETA Iñaki Ojeda, en el curso de una operación policial en la que también resultaron gravísimamente heridos otros dos presuntos activistas, considerados, por otra parte, autores del atentado contra Mikel Solaun. Y, en fin, el lanzamiento de varios artefactos explosivos de fabricación casera contra la fachada del Parlamento vasco, como colofón de una manifestación de protesta contra la operación policial de Cruces.

Violencia y hastío

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Todo ello convenientemente recalentado por el conocido intercambio de improperios entre unos y otros candidatos, la utilización partidista y casi indecente de temas como el de las inundaciones de agosto, la irresponsable adjudicación al partido rival de todo tipo de sospechas, el silencio ante las insinuaciones, siempre que la crispación por ellas producida perjudicase especialmente al más inmediato rival.Nada de todo esto, hechos y actitudes, puede en principio favorecer el que, sin embargo, parece que debería ser el primer y común objetivo de todas las fuerzas democráticas vascas: estimular la participación electoral con el fin de legitimar popularmente la autonomía vasca, el Parlamento y el Gobierno autónomo. Porque si algo ha quedado claro a lo largo de toda la campaña es que la frontera entre partidarios y enemigos de la violencia pasa hoy por el mismo meridiano que divide a quienes apoyan el estatuto de Guernica y las instituciones de él emanadas de quienes las rechazan. Reforzamiento de las instituciones autonómicas y rechazo de la estrategia de la violencia caminan hoy en Euskadi por vías paralelas.

Las opiniones de quienes consideran innegable que la indignación producida por el asesinato de Enrique Casas o la que pueda producir el de Eugenio Gutiérrez favorecerán electoralmente al partido socialista de Euskadi y Herri Batasuna, respectivamente, no tienen en cuenta que si un factor resulta hoy determinante, por encima de cualquier otra consideración, de la actitud política de los ciudadanos vascos, ese factor es el hastío generalizado ante la presencia cotidiana de la violencia y las secuelas de odio dejadas por ella.

Más concretamente: a estas alturas, no es evidente que los aproximadamente 150.000 votantes potenciales de Herri Batasuna se sientan afectados por un atentado criminal más de la organización que ha pedido el voto para dicha coalición, o de cualquier otro grupo terrorista, los GAL incluidos.

Simétricamente, no es evidente que la indignación producida por un nuevo atentado, aunque sea tan odioso como el cometido contra el candidato Enrique Casas, sea superior en intensidad a la sensación de desconcierto y desánimo que un hecho de tal naturaleza provoca -o más bien agudiza- en los sectores que ya de entrada dudaban entre votar o abstenerse.

Por ello, quizá lo más trágico de la actual situación, su síntoma más desesperanzador, sea el hecho de que, a diferencia con lo que ocurriría en una sociedad menos polarizada y crispada, la muerte de un candidato dos días antes de unas elecciones no tenga apenas incidencia en el electorado.

De ahí, también, el sinsentido de la argumentación de Herri Batasuna, ampliamente reproducida por sus portavoces a lo largo de toda la jornada fúnebre del viernes, según la cual para averiguar quién está detrás del asesinato del candidato socialista es preciso "interrogarse sobre a quién favorece esta acción". El asesinato de Enrique Casas, como el de Eugenio Gutiérrez, no favorece a nadie.

Si, como insinúa HB, el asesinato del jueves favorecía indirectamente las expectativas electorales de los socialistas, habría que deducir, como comentó ayer irónicamente Mario Onaindía, que sería HB quien estaría detrás de los GAL.

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