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La incidencia de la huelga general en Roma superó las previsiones sindicales

Juan Arias

La huelga general convocada ayer en Roma y en toda la región del Lazio por la parte comunista del sindicato CGIL, el más importan te del país, con cuatro millones y medio de afiliados y desde siempre con una fuerte presencia comunista, fue más importante de lo que se preveía. En las manifestaciones callejeras por el centro de la ciudad participaron más de 100.000 personas, a pesar de que los otros dos grandes sindicatos (CISL y UIL), más la parte socialista de la misma CGIL, habían condenado la huelga y las manifestaciones.Lo cierto es que, como escribió ayer Repubblica, la crónica sindical de los últimos días en este país se parece a un "boletín de guerra".

Lo que hace un mes se decía sólo entre dientes o algún corresponsal extranjero, ahora lo han dicho a claras voces tanto el secretario general de CISL, Pier Carniti, como el de UIL, Giorgio Benvenuto, el primero democristiano y el segundo socialista: "La federación sindical unitaria ha muerto", tras 12 años de historia y de presencia de primera plana en la vida política y social de este país. Ahora se intenta sólo salvar una posible "unidad de acción" de las tres centrales.

Peleas sindicales

Han empezado incluso las críticas, y muy duras, entre los mismos tres secretarios generales, que hasta ayer habían sido como tres hermanos en los momentos duros de tensión. Y así, Benvenuto ha acusado al mismo Luciano Lama, el patriarca de CGIL, comunista, de "aventurismo sindical" y de haberse dejado condicionar por la política de "guerrilla sindical" de su partido, el cual, según el líder de UIL, está movilizando las plazas del país, echándose a la torera todos los acuerdos de autorreglamentación de la huelga en el sector de los servicios públicos.Y es verdad que desde hace días prácticamente es imposible viajar en Italia porque tanto los ferrocarriles como los aeropuertos están afectados, en un 40%, por un rosario de huelgas, a veces espontáneas, a veces pilotadas por los comunistas de CGIL, como protesta contra la decisión del Gobierno de intervenir con un decreto-ley para modificar el mecanismo de la escala móvil. Por si era poco, al malestar de la base comunista se ha añadido ahora la guerra abierta, lanzada desde el Comité Central del Partido Comunista Italiano, entre el secretario, Enrico Berlinguer, y el Gobierno Craxi. Los comunistas consideran "funesto y peligroso" este Gobierno para los trabajadores y están dispuestos a que caiga lo antes posible. Los socialistas han respondido con gran violencia a Berlinguer, acusándole incluso de "haberse convertido a la derecha empresarial para salvar el sueldo de los trabajadores" y de querer acabar suicidándose, dicen, como Santiago Carrillo".

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