Prohibido el suicidio
El hombre que se quiso matar significa el debú de Rafael Gil como director. Se trata de una comedia levemente surrealista, en la que pesa, mucho más la necesidad de idealización que el humor negro. Wenceslao Fernández Florez, el autor de la novelita en que se basa el filme, era entonces uno de los intelectuales de prestigio adictos al régimen franquista y eso le convertía en un escritor al que todos querían adaptar.Antonio Casal, en su papel de arquitecto desafortunado, está francamente bien. Conservan interés las imágenes casi documentales de los actuales ferrocarriles de la Generalitat, que en la película no sólo son incapaces de arrollar a los suicidas que se lanzan a su paso, sino que los acogen amorosamente en la parte delantera. de la locomotora para depositarlos, sanos y salvos, en la estación más próxima.
En una España en la que las muertes violentas -forma eufemística con que denominar los fusilamientos indiscriminados- aún estaban al orden del día, en la que la desesperación y el suicidio podían formar parte de la cotidianidad, la trama tragicómica de El hombre que se quiso matar era una auténtico disparate, de esos que congelan la sonrisa apenas esbozada. A Casanova, factotum de Cifesa, productora de ésta y de las más importantes películas de la época, el filme no debió gustarle demasiado y procedió a degradar a Rafael Gil y a convertirlo en ayudante de dirección. Poco después, Gil fue rehabilitado y pudo dirigir Viajes sin destino y Huella de luz.
El hombre que se quiso matar tiene un final feliz que sería buñueliano si estuviera captado desde un prisma irónico. No es así y todo queda como una mera comedia rosa, en la que el suicida frustrado recupera las ganas de vivir gracias a unos triunfos logrados peor casualidad.
El hombre que se quiso matar se emite hoy, a las 21.55, por la segunda cadena.
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