El buzón
El ciudadano se ha desayunado con un vago bombardeo en Líbano, un fragmento de zarzuela, café con leche y media tostada. Mientras se lavaba los dientes también ha oído por la radio alguna noticia sobre el asesinato de un teniente general, entre una receta de cocina a base de zanahorias y una canción de Serrat, cortada por el anuncio de una promoción de pisos de renta limitada. Antes de ponerse la corbata, el ciudadano ha realizado las gárgaras de costumbre, acogido por la voz gangosa de un político, no se sabe si de izquierdas o de derechas, que hablaba de¡ paro, del terrorismo y del producto nacional bruto, seguido de un disco de rock duro y de la llamada urgente de alguien que perdió un perro pequinés, de nombre Lulú.A las nueve de la mañana ha salido a la calle y, en el camino hacia la oficina, ha recibido más información: desde las vallas publicitarias unas hembras de labios entreabiertos le han ofrecido fugazmente yogur para adelgazar, medias hasta la cadera, un curso de inglés acelerado y salchichas con mahonesa. En el despacho este ciudadano ha hojeado el periódico. Los titulares traían la muerte de un militar, algo acerca del dólar, la foto del gol de Maradona, cosas del Parlamento, alguna sobredosis de heroína, un sorteo de videos y la crisis de Guatemala. Ha metido el pico levemente en esta papilla, mirando de soslayo las pantorrillas de una secretaria, pero sólo ha leído un trozo de artículo sobre misiles, cerrado por una oferta de abrigos en las rebajas. Luego se ha puesto a trabajar en un informe de la empresa que tampoco entiende mucho. Durante la comida sus compañeros han hablado de casas de masajes, de impuestos y de ciertos rumores de una epidemia de meningitis. Al atardecer ha vuelto a casa y se ha sentado frente a la televisión. Por la pantalla salían anuncios de lavadoras, imágenes del entierro del general, un concurso de rumbas, un reportaje de pesca del chanquete y a continuación han echado Hamlet, cuyo monólogo de suprema incertidumbre ha sido interrumpido por una publicidad de compresas. El ciudadano se ha ido a la cama. Ahora, con la tripa llena de sonidos, medias palabras, medias visiones, medias lecturas, ronca invicto con la boca abierta como un buzón. Por allí las máquinas han enviado sus mensajes, que el subconsciente del ciudadano cuece durante el sueño. Mañana continuará la información.
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