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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Crispacion televisiva

LAS EMISIONES iniciales del canal autonómico catalán TV-3, que junto con las de la experiencia vasca son, además, los primeros pasos en España de una televisión ajena a RTVE, están abriendo los cauces para lo que ha de ser la configuración futura del medio. Desde el principio de esta historia no es dificil contemplar los peligros existentes de que el caos, el despilfarro y la baja calidad características de la televisión pública española se reproduzcan ce por be en sus hermanas autonómicas.Independientemente de las peripecias de estas primeras emisiones de TV-3, en las que se está comprobando la inexperiencia de algunos de los profesionales del nuevo canal, así como las limitaciones técnicas, el problema de fondo del tercer canal catalán es el marco real en el que se halla inscrito. Dicho de otra manera, el cúmulo de reticencias y el obstruccionismo sistemático que a manera de defensa instintiva de su viejo monopolio le ofrecen los directivos de RTVE. A TV-3 se le han negado desde la entrada a las Cortes españolas, a las líneas que necesitaba para recibir imágenes del último viaje del rey Juan Carlos a Estados Unidos, pasando por las que ha solicitado recientemente para transmitir el actual desplazamiento de Jordi Pujol a Bruselas; a causa del boicoteo, TV-3 debe recoger en Francia y trasladar por carretera a Barcelona las imágenes para la cobertura de sus informativos; y el pasado domingo en algunos estadios de fútbol no le dejaron efectuar siquiera los reportajes de tres minutos que pretendía realizar como resúmenes de los encuentros... Y así, ejemplos mil.

Este tipo de temas están empezando a provocar en Cataluña una crispación innecesaria que además de dar argumentos a los sectores más victimistas ha vuelto a sacar a flote las dudas sobre lo que entienden algunas instancias del Estado por la España de las autonomías. Lo que ahora le ocurre al canal catalán, de seguir vigente el esquema Calviño, se reproducirá en el futuro, paulatinamente, en el resto de España, cuando se multiplique la presencia de los terceros canales.

RTVE parece haber decidido que los terceros, canales son menos públicos e instituciónales que los dos que tan torpemente administra ella. Para subrayarlo, en vez de contribuir a la definición de los respectivos terrenos desde un punto de vista temático y lingüístico, y en vez de buscar líneas de entendimiento, colaboración y simplificación de costes, actúa como si fuera la propietaria de un canal privado respecto a un competidor de esa misma naturaleza. Este tipo de actitud, desde la prepotencia que le confiere el control de la infraestructura técnica de enlaces -una red que la ley reguladora ya ha establecido que no es ni suya ni exclusiva-, le convierte en estos momentos en juez y parte de la operación de recortarse a sí misma el monopolio. RTVE está sentando las bases para que la existencia de otros canales institucionales sea prácticamente inviable o genere costos abusivos e innecesarios para todos ellos.

Esta no es sin embargo una película de un bueno -en este caso TV-3- y un malo -Calviño-. Entre otras razones, por la ausencia total de iniciativas por parte del Gobierno de Jordi Pujol en la creación de una televisión autonómica hasta bien entrado el año 1983 y por la práctica inexistencia de interés de los directivos de TV-3 de entrar ni tan sólo a dialogar con RTVE, incluso antes de que empezaran los conflictos. Muchos consideran que la actitud de TV-3 responde a una estrategia electoral -cara a los próximos comicios autonómicos- destinada a provocar la reacción de los mandarines del monopolio televisión para conseguir, a continuación, la capitalización de un nuevo agravio centralista. Prueba de ello sería la extraordinaria inmadurez de la organización del nuevo canal. Por otra parte, la tardanza de la ley de las Cortes que regula las televisiones autonómicas, y que ahora entra en vigor, y la indefinición socialista sobre el modelo televisivo de este país han favorecido las deficiencias actuales de la cadena.

Todo este cúmulo de hipotecas y despropósitos que rodean el incipiente cambio en la estructura televisiva española va a repercutir, eso sí, en el bolsillo de los ciudadanos, que a fin de cuentas pagarán los errores, los electoralismos y las estrategias de cada una de las partes en litigio. Pero la palma del abuso se la lleva, otra vez más, RTVE jugando frívolamente con la decisión política de ampliar la oferta institucional de TV para los españoles, y contribuyendo a crear las condiciones para que su propio caos organizativo y su falta de rentabilidad económica se reproduzcan linealmente en lo que ha de ser en el futuro la amplia y plural red televisiva española.

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