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Abultada victoria de Los Corsarios sobre los Pieles Rojas en el campeonato profesional de fútbol americano

Los Raiders (Corsarios) de Los Ángeles ganaron el campeonato profesional de fútbol americano en la noche del domingo, tras imponerse espectacularmente por 38 a 9 a los Redskins (Pieles Rojas) de Washington. Como siempre, la 18º edición del SuperbowI, jugada en Tampa Bay (Florida), fue el máximo acontecimiento deportivo del país, un espectáculo patriotero y publicitario en el que se jugaban millones de dólares. Al final de la contienda, el mandatario norteamericano Ronald Reagan felicitó a los ganadores, y dijo, bromeando, que uno de sus jugadores puede ser un "arma secreta" contra los soviéticos. La euforia que se vivió en Los Ángeles también se repitió en las principales bases norteamericanas, como la de Torrejón, cerca de Madrid.

Como es costumbre, este superpartido acaparó la atención de todo el país. El día en que se juega, los trenes y aviones de Estados Unidos llevan a menos pasajeros, y bajan notablemente los índices de criminalidad: incluso los malhechores son hinchas de un equipo u otro. Para mayor estímulo, cada jugador del equipo ganador se embolsa 36.000 dólares (5.760.000 pesetas), mientras los perdedores se tienen que conformar con la mitad."Los campeonatos de béisbol o baloncesto se deciden en una serie de hasta siete partidos", observó Cruz Barajas, un joven marine de Arizona que defiende la embajada de su país en la calle de Serrano, de Madrid. "Pero en este deporte todo se juega a una carta. La expectación es enorme .

Los 110 millones de telespectadores -es casi imposible dar con una entrada- no se vieron defraudados, aunque el juego fue bastante desnivelado. Los Corsarios dominaron desde el primer momento. Jim Plunkett, su quarterback o mariscal de campo, confeccionó una sabia mezcla de jugadas que despistaron totalmente a los adversarios: algunas veces entregó la pelota a veloces corredores y en otras la lanzó espectacularmente a 40, 50 y hasta 60 metros y fue recogida por sus gregarios con una destreza asombrosa.

Los Pieles Rojas, defensores de la Copa, habían partido como ligeros favoritos, pero decepcionaron. Salvo al comienzo del segundo tiempo, cuando marcharon irresistiblemente por lo largo del campo para conseguir un touchdown (cruzar con el balón la .línea de meta del equipo contrario y así anotar seis puntos), nunca cogieron su acostumbrado ritmo de ataque. Encima, cometieron unos errores de bulto que los Corsarios aprovecharon al máximo.

La estrella del partido fue el corsario Marcus Allen: marcó dos touchdowns, uno de ellos tras una carrera de 67 metros, récord para este superpartido. También consiguió el récord de distancia total en avanzar con la pelota (174 metros). Los 38 puntos de los Corsarios fueron otro récord.

Patriotismo y publicidad

Pero, por encima del resultado, el Superbowl es todo un espectáculo. Antes del comienzo del partido, una gigantesca bandera norteamericana cubrió casi todo el campo y se soltaron miles de globos; como en la mayoría de los acontecimientos deportivos estadounidenses, un popular artista entonó el himno nacional, coreado por los espectadores y algunos jugadores. Cuatro aviones de las Fuerzas Aéreas sobrevolaron el estadio con impresionante precisión.

Durante todo el juego, una veintena de bellas señoritas que podrían haber salido de las páginas de la revista Playboy -y casi tan escasamente vestidas- dirigieron a los hinchas de cada bando gritos de entusiasmo previamente ensayados.

El descanso fue más impresionante aún: 2. 100 artistas de Walt Disney Productions -cada uno con una -sonrisa imborrable- presentaron un espectáculo basado en el cine musical norteamericano. 'Ni el mismo coreógrafo Busby Berkley podría haberlo hecho mejor. Apuestos culturistas tensaron sus músculos, se soltaron más globos, explotaron fuegos de artificio.

La tecnología norteamericana se notó especialmente en la cobertura del. juego. Cuando el jefe de los árbitros señala una falta, un moderno micrófono permite escucharle en todo el estadio. Otros micrófonos guiados permitieron oír los gritos de los jugadores, que, vestidos con hombreras , y protectores cual modernos gladiadores, chocan en encontronazos espeluznantes. Esta acción es filmada por 10 cámaras desde todos los ángulos posibles, y, como la acción no es continua, hay tiempo para que un equipo de expertos pueda analizar cada jugada exhaustivamente.

Otras cámaras buscan en primerísimos planos a los jugadores, árbitros, entrenadores, dueños de equipos y sus respectivas esposas o novias; tal vez presos de la tremenda emoción, casi todos mastican chicle. Tras realizar una acción especialmente brillante, un jugador se acercó a una cámara para decir, "Hola, mamá, te quiero".

Todo esto es posible gracias a la publicidad. Para la final del SuperbowI un anuncio de un minuto costó más de un millón de dólares (160 millones de pesetas). Tanta es la demanda de los anunciantes que en algunas ocasiones los árbitros se ven obligados a parar el juego para que los telespectadores puedan disfrutar de la publicidad, lo cual puede provocar las iras de los hinchas que están en el estadio.

Al final del espectáculo los telespectadores pudieron gozar de otro anuncio acostumbrado: desde la Casa Blanca, el presidente Ronald Reagan felicitó por teléfono, y en directo, al entrenador victorioso, Tom Flores. En un mensaje que se espera no despistara a los soviéticos, Reagan bromeó diciendo que Moscú le había llamado para insistir en que el corsario Marcus Allen "es una nueva arma secreta e insisten en que la desmantelemos".

"Si nos entragaras los Corsarios", prosiguió la broma del mandatario estadounidense, "les colocaríamos en los silos de almacenamiento de misiles y no tendríamos que construir el MX".

Fiesta en Torrejón

La mañana de ayer fue fiesta en la base norteamericana de Torrejón. A los soldados se les concedió medio día para reponerse de la emoción del Superbowl. Lo habían visto vía satélite desde las 22.30 horas del domingo hasta las 2.30 del lunes en cuatro locales de la base.

Igual que en Estados Unidos, se dio mucha publicidad televisiva durante el partido. Pero si en Estados Unidos se vendían desodorantes y coches de lujo, en Torrejón los anuncios se dirigieron expresamente a los militares. Se les instaba a usar cinturones de seguridad, leer libros, cerrar bien las puertas de sus casas, y votar en las próximas elecciones "porque un voto puede significar la diferencia". En otro spot un soldado-boxeador avisa de los peligros de la marihuana, "que cambia tu percepción y frena tu tiempo de reacción". Para dar énfasis a su mensaje, deja KO a su contrincante.

Algunos de los huecos publicitarios fueron llenados con entrevistas en directo a los mismos espectadores de la base -alguno con niño en brazos- que veían el partido en la tele. A todos se les hizo la misma pregunta: ¿qué equipo va a ganar? Según avanzaba el partido, subían de tono las contestaciones. Cuando un soldado contestó que le daba exactamente igual, el silencio a su alrededor fue sepulcral.

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