La 'guerra sucia'
He leído en su periódico del viernes 6 de enero de este año el artículo titulado La guerra sucia contra ETA, firmado por Javier García, que, al igual que en bastantes otras anteriores ocasiones, adolece de varias inexactitudes, errores y omisiones inadmisibles en un medio de comunicación como el suyo, que se define como objetivo.El primero de ellos radica en el párrafo que dice textualmente: "La guerra sucia se cobró su primera víctima el 2 de julio de ese año (1978). A las 11.30 horas de ese día, domingo, el etarra Juan José Etxabe y su esposa, Rosario (Agurtzane) Arregui...". Esto es totalmente inexacto, pues lo que ustedes denominan la guerra sucia, mejor definido como el otro terrorismo, del que no interesa hablar, es anterior a este crimen, y precisamente la familia del mismo Etxabe la sufrió en sus propias carnes en el intento de matanza del atentado contra dos de sus hermanos en el bar restaurante de su propiedad, sito en el alto de Kanpanzar, al ser asesinado uno de los citados hermanos, el propietario del bar, logrando escapar el otro al encerrarse en una habitación. Han pasado unos cuantos años de este atentado, y hasta el señor García, periodista, parece desconocerlo al hablar de este tema.
Asimismo, cuando se refiere a la matanza del bar Hendayais, de Hendaya, sobre cuyo atentado mezcla dos hechos diferentes, dice (sic): "En 1989,, otros tres etarras caerían en la guerra sucia; Jean-Pierre Arramendy, José Camio y José Martín Sagardía; los dos primeros, ametrallados...", lo que es totalmente falso, pues ni Jean-Pierre Haramendy ni José Camio eran etarras, ni siquiera presuntos, sino unos pacíficos ciudadanos franceses, cuya única circunstancia personal era la de encontrarse jugando tranquilamente a las cartas y cuya distracción por el juego les impidió reaccionar arrojándose por instinto al suelo. Por otra parte, el atentado contra José Sagardía, éste sí presunto etarra, fue en fecha y localidad distintas. Pero es que además debo añadir qué eso que ahora se llama eufemísticamente guerra sucia y que no es otra cosa que terrorismo, justificado incluso en ciertos medios de prensa y televisión, no solamente se ha hecho contra gentes fichadas en los medios policiales como presuntos etarras, sino contra otros nacionalistas vascos y en fechas muy anteriores a las descritas, como las actuaciones de las famosas bandas de incontrolados en tiempos de los ahora pacíficos miembros del orden señores Fraga y Rodolfo Martín Villa, con su cohorte de bombas, palizas y tiros a personas y establecimientos.
Y para citar algún caso, está la voladura del bar Aldana, de Alonsótegui, Baracaldo, hace unos cuatro años, en la que se produjeron cuatro muertos y hubo unos 10 heridos; un bar frecuentado por gentes nacionalistas vascas y del que no se conoce oficialmente siquiera si existe incoado sumario alguno. Las víctimas, en su mayoría, se encontraban celebrando una boda.
O el atentado con resultado de muerte contra el señor Etxebeste, de Irún, del PNV, en dicha localidad, o del taxista señor Merquelanz, asesinados por estos barbouzes españoles incontrolados y tolerados por los respectivos señores ministros del Interior. Esto, señor director, nos lleva a la conclusión evidente de la existencia en los sectores fácticos de un visceralismo antivasco que, por no tolerar, no aguanta ni la ikurriña y no distingue entre un vasco pacífico o un presunto terrorista y no le interesa tampoco diferenciarlos.
Todo ello no creo que ayude a la construcción de la democracia ni a la edificación del Estado de las autonomías.
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