Otra vez el dólar
EL LUNES 9 de enero el dólar batió nuevos récords en su cotización al alza frente a las monedas europeas. Por primera vez en su historia, la libra esterlina valió menos de 1,40 dólares, mientras que la divisa alemana registraba su cotización más baja de los últimos 10 años, siendo precisos más de 2,8 marcos alemanes para comprar un dólar. Asimismo la peseta batió un récord histórico negativo, al llegar a cotizarse a 161,60 frente al dólar estadounidense.Una vez más el dólar ha dejado en entredicho a quienes pronosticaban su derrumbamiento en 1984. Con motivo de la presentación, durante el pasado diciembre, del informe de la OCDE que predecía el mantenimiento del actual tipo de cambio del dólar frente a las monedas europeas en 1984, un eminente economista de la organización comentó entre bastidores que tal hipótesis era bastante irreal y su formulación sólo se explicaba por las servidumbres políticas de la propia OCDE. En opinión de ese economista, el dólar está tocado y su cotización no podrá resistir el fuerte déficit de las cuentas de Estados Unidos con el resto del mundo. En 1983, la diferencia entre los pagos e ingresos por importaciones y exportaciones de bienes y servicios (incluidas las rentas de las inversiones norteamericanas en el extranjero) de Estados Unidos ha sido de unos 40.000 millones de dólares. Se estima que el déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos norteamericana se moverá en 1984 entre los 60.000 y los 70.000 millones de dólares. Por el contrario, los cuatro grandes países de la CEE -República Federal Alemana (RFA), el Reino Unido, Francia e Italia- han cerrado el año con una balanza de pagos equilibrada, gracias al superávit de la RFA y a la gran corrección operada por los otros tres países. Además, las previsiones europeas son bastante positivas para 1984. Japón, por su parte, muestra un saldo favorable de su balanza de pagos por cuenta corriente de unos 21.000 millones de dólares en 1983, que se elevará a 24.000 millones, según algunas estimaciones, en 1984.
Y sin embargo, el año se ha abierto con una enorme apetencia de dólares por parte de ahorradores e inversionistas en todas las monedas. Quizá el primer toque de rebato haya sonado en Wall Street, donde el volumen de valores negociados y el nivel de cotizaciones marcaron un récord histórico en la primera semana del año. El segundo factor desencadenante ha sido, probablemente, la continuidad de las buenas noticias sobre la marcha de la economía norteamericana: crecimiento de la economía en 1983 en tomo al 5%, cuatro millones de nuevos puestos de trabajo a lo largo del año y una tasa de inflación en torno al 4%, que hace muy rentable, en términos reales, cualquier colocación en dólares.
Estas noticias positivas han pesado en la balanza más que las preocupaciones por las cuentas exteriores estadounidenses. La euforia ha contado también con el respaldo de dos elementos -técnico uno, y político el otro- que han influido en los mercados de cambios. Los cambistas esperaban que la reunión de bancos centrales celebrada en Basilea los días 9 y 10 de enero decidiese una intervención en los cambios para detener cualquier subida del dólar. Estas previsiones, sin embargo, han resultado erróneas. Edel panorama político, la salud de Yuri Andropov continúa siendo una incógnita, vinculada por algunos comentaristas a importantes compras de dólares, quizá ordenadas desde el propio banco central de la Unión Soviética.
En el torbellino de cambios la peseta ha resistido, por el momento, dignamente. El Banco de España no se ha visto obligado a efectuar ningún tipo de intervención, vendiendo dólares o comprando pesetas, para apoyar nuestra divisa. Por el contrario, en estos días de diciembre se realizaron compras por valor superior a los 200 millones de dólares. La razón de esta entrada de divisas puede explicarse por el buen comportamiento de nuestros ingresos por exportaciones y turismo, pero quizá también haya influido la firme actitud mostrada por el Gobierno en su lucha contra la inflación. Naturalmente, un dólar cada vez más elevado implica un encarecimiento de las importaciones de petróleo y materias primas y, en consecuencia, dificulta los propósitos del Gobierno de Felipe González de mantener el aumento de precios en 1984 por debajo del 8%. Pero si la política antiinflacionista hubiese sido abandonada, estaríamos ahora presenciando, además de la subida del dólar, una caída de la peseta no sólo frente al dólar, sino también respecto al resto de las divisas europeas.
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