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Carolina de Mónaco se convirtió en señora de Casiraghi en una ceremonia civil íntima, que apenas duró media hora

Carolina de Mónaco es, desde el mediodía de ayer, un día especialmente soleado, la señora de Stefano Casiraghi. La ceremonia civil duró algo menos de media hora y se realizó en presencia de Noël Museux, presidente del Consejo de Estado, y de dos docenas de invitados.

A pesar de que oficialmente se había anunciado que el nuevo matrimonio Casiraghi no saldría a saludar, lo cierto es que, cincuenta minutos después de iniciarse la ceremonia civil, Carolina y Stefano, éste con aspecto cohibido, saludaron desde el balcón principal del palacio Grimaldi a las casi 1.000 personas que esperaban en la plaza, de las que unas 300 eran informadores.La última boda del año de 1983 se llevó a cabo en la más estricta intimidad. El fotógrafo oficial de la familia Grimaldi era el único que no pertenecía al grupo de cerca de 30 invitados y se encontraba en el Salón de los Espejos del palacio cumpliendo con el trabajo encargado. Nadie más, al margen de los invitados, el juez y su ayudante, presenció la boda.

Escaso interés

No se puede afirmar que esta boda del año haya despertado especial interés en el principado; los ciudadanos de la capital monegasca ni siquiera atendieron al llamamiento efectuado por el alcalde de Montecarlo para colocar en los balcones de sus casas la bandera del país. En la plaza del palacio Grimaldi únicamente había ayer seis banderines con los colores de Mónaco, y de las cerca de 1.000 personas que a las 11.30 horas se encontraban en la zona, una tercera parte la componían informadores de Prensa, radio y televisión desplazados de varios países europeos.

Stefano Casiraghi, con traje gris, abrigo azul marino y bufanda blanca, a pesar de lo soleado de la mañana, llegaba al palacio a las 10.15 horas en un Mercedes de color blanco. Una hora después lo hicieron sus padres, en un BMW del mismo color. Sus tres hermanos llegaron en un Rolls Royce.

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Los informadores, algunos de los cuales estaban en la plaza del palacio Grimaldi desde las 7.00 horas, tuvieron tiempo suficiente para aburrirse a lo largo de la mañana esperando que la ceremonia del matrimonio se celebrara y los novios salieran a saludar desde el balcón principal. Tuvo que ser un grupo de periodistas españoles cansados de la espera el que, hacia las 12.00 horas, comenzara a aplaudir para provocar la salida de los contrayentes al balcón. Al cabo de una docena de ovaciones, sobre las 12.20 horas, se produjo el milagro: un ujier uniformado abrió las ventanas y Carolina y Stefano se asomaron al balcón entre los aplausos de la escasa multitud.

Carolina estaba sonriente; su nuevo marido tenía la mirada perdida. Dos tirones en la chaqueta fueron suficientes para que Stefano Casiraghi sonriera, casi forzadamente, y levantara el brazo derecho para saludar. En menos de medio minuto, el matrimonio desapareció de la escena, mientras los fotógrafos no cesaban de silbar. Instantes después, la pareja volvía al balcón con el príncipe Raniero. Otros veinte segundos y los tres protagonistas se retiraron del balcón para no volver a aparecer, La plaza, a partir de entonces, fue despejándose hasta quedar prácticamente vacía.

Junot, esquiando.

Mientras Carolina de Mónaco celebraba su matrimonio civil con el joven Casiraghi, su ex marido, Philippe Junot, se encontraba esquiando en una estación de alta montaña en Estados Unidos. En una entrevista que el semanario Hola publicará esta semana, Junot declara que se enteró de la boda de Carolina de Mónaco por los periódicos españoles, ya que reside desde hace unos meses en Marbella. Junot, que como Stefano Casiraghi se dedica a negocios inmobiliarios, declara en la entrevista que nunca se ha arrepentido de haber tomado la decisión de separarse de Carolina de Mónaco.

Los carolinálogos, por su parte, estiman que este nuevo matrimonio de la princesa no durará "hasta que la muerte los separe". Por el momento, lo cierto es que tan pronto como Carolina obtenga la anulación canónica de su anterior matrimonio, volverá a casarse por la Iglesia con su actual marido. Previsiblemente, este nuevo acontecimiento social puede producirse en la primavera de 1984. Entonces volverá a celebrarse una ceremonia multitudinaria.

El nuevo matrimonio Casiraghi ha previsto realizar su viaje de bodas a Costa de Marfil, para descansar en el chalé de unos amigos, según se ha sabido de fuentes no oficiales. Es posible que el anuncio de este periplo sea una cortina de humo para tratar de esquivar a la multitud de fotógrafos que desde hace años siguen a Carolina de Mónaco y a sus acompañantes por todas las partes del mundo a donde vayan.

La pareja, a su vuelta, tendrá dos residencias. Una villa en Montecarlo, situada frente el Museo Oceanográfico, en donde ayer continuaban entrando paquetes de regalos, y otra frente al lago Como, en Italia. En esta última, denominada La Cigüeña, viven actualmente los padres de Stefano Casiraghi, quienes han cedido una parte de la extensa mansión, a juzgar por los reportajes publicados en las revistas del corazón, al nuevo matrimonio. La Prensa italiana ha estimado que los padres de Stefano Casiraghi están lejos de ser supermillonarios, contrariamente a lo afirmado por periódicos y revistas francesas.

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