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Once

Rosa Montero

A partir de hoy, nuestro país cuenta con un rey, un presidente de Gobierno y 11 dioses.Los 11 dioses visten camiseta rojo-furia (española, claro está) y un pantalón lo suficientemente corto como para que luzcan las patorras: ya se sabe que las divinidades, mayormente las clásicas, gustan de enseñar su carne sobrehumana. Júpiter lanza rayos, Neptuno convoca tempestades y Apolo coquetea con el Sol, actividades todas ellas asombrosas. Pero nuestros Once meten goles, que es cosa mucho mas extraordinaria. Se han ganado el pasaporte hacia el Olimpo.

Son unos santos, ángeles peludos de concordia. En el frenesí de su proeza se juntaron unos y otros, se hermanaron los contrarios y el campo de fútbol se apretaba de unánimes banderas, unas constitucionales, otras con la garrapata del pasado. Lo que no se ha conseguido a través de la razón, de la argumentación y del diálogo, se logra gracias a que 11 hombres le dan patadas a una bola. No sé si entristecerme o alegrarme.

La emoción nos ha alcanzado a todos, incluso a aquellos a quienes no les gusta el fútbol. Como servidora, mismamente, que quedé atrapada ante esa retransmisión mesmerizante, contando goles y minutos, babeando de embeleso españolista, admirada y sorprendida de mí misma, de mí capacidad de excitación ante un asunto deportivo que me era ajeno. Como si sus goles fueran un triunfo personal, el emblema de un éxito interior, una victoria íntima e inconcreta. Franco ya sabía de estas metáforas del alma y usó del fútbol para sublimar batallas más reales.

Se decía que conseguir los goles necesarios era cosa verdaderamente milagrosa. Ahora, precisamente ahora, cuando el país se encoge bajo tanta catástrofe seguida, bajo la certidumbre de que el mal agüero nos persigue, bajo la tembladera de la crisis; ahora, digo, llegan nuestros 11 dioses y, zas, nos sacan a chutazos del marasmo. Felipe González les da las gracias por esta inyección de confianza, la oposición los mima y les aplaude. El asunto ya no es sólo un portento deportivo, sino un hito histórico y social. Qué historia, que sociedad tan rara construimos.

Se decía que vencer era un milagro, y se ha vencido. Nos ha vuelto a salvar la fe. Estamos listos.

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