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La indecisión cotiza a la baja

Una de las muchas frases hechas con que se suelen explicar los acontecimientos bursátiles es que la indecisión cotiza a la baja. La situación de confusión creada la pasada semana produjo no pocas indecisiones y algunos nervios, y la marcada línea descendente que han tomado ahora los mercados de valores no ha hecho más que agudizar la situación. Como siempre, los últimos en acusar las situaciones concretas son los inversores a corto plazo que, una vez más, se han puesto nerviosos cuando se han dado- cuenta de que los demás ya lo estaban.La causa de los nervios institucionales no es otra que esa pequeña conmoción que las necesidades financieras del Estado pueden crear. Deuda pública y coeficientes se están convirtiendo en argumentos capaces de justificar por sí mismos las actuales bajas, si no fuese por la constante realización de beneficios que las está acompañando. La virulencia que ha tomado esta situación no logra evitar que algunos especialistas no estén casi arrepentidos de no hallarse actualmente tomando posiciones. El tiempo, con todo lo que conlleva de inevitable, nos dirá si la intuición de estos operadores aún es capaz de competir con sus análisis técnicos.

La incidencia en la sesión de todos estos factores fue la caída, importante, de los índices generales ante la abundancia de órdenes vendedoras. Hubo tal número de títulos que bajaron sus precios, que su cominua aparición en la pizarra fue recibida por un asiduo con un irónico parece que llueve, que para los asistentes explicaba la situacién mejor que cualquier análisis.

Los valores eléctricos han perdido la confianza de los inversores y caen de una manera lenta, pero segura, hacia no se sabe dónde. Incluso parece que el hecho de que el Ministerio de Industria piense crear un fendo de ayuda para las empresas de este sector que pudieran encontrarse en dificultades, no constituye ahora ninguna garantía para los inversores, sino que les ha hecho sospechar que puede haber dificultades.

Entre las bajas de los demás sectores, hay que destacar la de alimentación propiciada por El Águila. Todas las negativas que se dieron a una posible OPA (oferta pública de compra) -por cierto, ninguna oficial-, no fueron suficientes para disuadir a nadie de la imposibilidad de que alguien compre una empresa que no es rentable. El caso es que las bajas que está sufriendo este valor son importantes, sin que ello haya producido muchas retiradas.

De los valores bancarios no hay realmente mucho que decir, si no es que se encuentran abandonados a su suerte. El número de títulos que cada día salen a la venta sin encontrar contrapartida compradora, no llega a ser importante, pero aun así, es creciente. Ayer en el mercado madrileño el saldo de la caja oficial sumaba 154.000 títulos, repartidos desigualmente entre los siete grandes. Casi la mitad le correspondían al Banesto, y la cifra menor era la del. Bilbao, que tan solo tenía 2.500. Salvo este último, que repitió, los demás se vieron obligados a perder entre uno y seis enteros, situación que se repitió en los otros mercados y que tuvo mucho que yer con las fuertes pérdidas de los índices. Entre los valores industriales, la tónica fue también de inclinación a la baja, resultando francamente difícil encontrar valores que registrasen alzas. Tal vez por esto resultó más extraño el caso de Explosivos que, sin ninguna, explicación técnica válida, remontó posiciones en casi todos los mercados. El único argumento que se puede esgrimir es la confianza sobre un acuerdo final entre empresa y acreedores.

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