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Los leales a Yasir Arafat se defienden encarnizadamente en el campo de refugiados de Badaui, cerca de Trípoli

Los palestinos rebeldes y sus aliados, los Ejércitos sirio y libio, desencadenaron en la madrugada de ayer un nuevo asalto contra el campamento de refugiados palestinos situado en Badaui, y a última hora de la tarde se libraban combates en sus callejuelas, donde los partidarios de Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), defendían ferozmente su último reducto.

La ofensiva, iniciada de madrugada con un diluvio de proyectiles disparados por cañones de 122 y 155 milímetros de calibre y por cohetes soviéticos Grad y Katiuska, que estallaban al ritmo de hasta 30 por minuto, se prolongó horas después con el ataque de los fedayines sublevados, respaldados en su progresión por 60 viejos carros, de combate T-54 y T-62 de las fuerzas armadas sirias, que, según los partidarios de Arafat, llegaron a participar directa pero esporádicamente en los enfrentamientos.La situación militar era harto confusa ayer al caer la noche, y si los palestinos disidentes habían, al parecer, logrado infiltrarse en el campamento no lo habían ni conquistado ni siquiera cercado del todo, aislándolo así de Trípolí, segunda ciudad de Líbano, situada a tan sólo cinco kilómetros al suí, donde Arafat ha instalado su cuartel general.

Totalmente inaccesible para los periodistas a causa de la intensidad del bombardeo sobre la carretera costera que enlaza Trípoli con el campamento, el portavoz ad unto de la OLP, Mohamed Chaker, describió la situación en Badaui, atacado simultáneamente por tres ejes, como "un auténtico infierno". "El número de muertos y heridos es", precisó, "muy, muy elevado"

Las ambulancias del Gran Hospital Islámico de Trípoli y de la Media Luna Roja palestina intentaban recoger los heridos evacuados por los milicianos hasta las afueras del campamento, desafiando las bombas. La artillería del Ejército libanés, hasta ahora neutral en la batalla, disparó por primera vez contra posiciones sirias para permitir a los socorristas y enfermeros acercarse hasta la periferia de Badaui.

Por primera vez, también desde la entrada en vigor, hace exactamente una semana, de un precario alto el fuego. Trípoli fue nuevamente, alcanzada ayer por los bombardeos combinados de las artillerías siria y libia, que obligaron a sus 400.000 habitantes a pasar lajornada en los sótános y garajes de sus casas.

El populoso barrio tripolitano de Zahrieh, donde se encuentra situado el cuartel general de Arafat, fue también dañado por los proyectiles sirios minutos antes de que el líder palestino volviese, a las cinco de la tarde, a su oficina, situada al fondo de un callejón sin salida.

En los barrios septentrionales de Trípoli, donde todas las tiendas estaban cerradas y por los que sólo se atrevían a circular ambulancias y vehículos militares palestinos o de sus aliados integristas del Movimiento de Unificáción Islámica, había un fuerte olor a pólvora y a quemado debido al espectacular incendio de la mayor refinería de Líbano, situada a mitad de camino entre la ciudad y el campamento. La instalación petrolera fue nuevamente alcanzada ayer y se calcula que el valor del combustible que ha ardido en los 10 últimos días asciende a 15.000 millones de pesetas.

El jefe militar de la organización prosiria Saika, Saleh Moanni, resultó muerto en los combates de ayer y su cadáver fue transportado hasta un hospital de Trípoli, y otro conocido cabecilla palestino aliado de Damasco, Ahmed Jibril, fue gravemente herido en la cabeza, según fuentes léales a Arafat.

El crepúsculo de la resistencia palestina de Arafat

El gigantesco incendio de la refinería deTrípoli, cuya inmensa humareda se confunde con el cielo plomizo del otoño libanés y con el azul oscurecido por el temporal del mar Mediterráneo, sumerge a la capital del norte de Líbano y a los vecinos campamentos de refugiados en un paisaje de apocalipsis. Todo un presagio anunciador del crepúsculo de la resistencia palestina, hasta ahora dirigida por Yasir Arafat.La mayor refinería de petróleo de Líbano comenzó a arder hace 12 días, cuando los palestinos rebeldes a la autoridad de Arafat iniciaron con el apoyo de los ejércitos sirio y libio el asalto al último bastión de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y sus llamas marcan justo la frontera entre Trípoli y los campamento de Badaui, reducto de los palestinos de Arafat, -que soporta el que puede ser definitivo ataque, por parte de los rebeldes de la OLP- y de Narch Bared, conquistado hace una semana por los disidentes.

El paisaje bélico se deterioró ayer aún más con los combates interpalestinos, de una singular violencia. En los días anteriores, la artillería de ambos beligerantes rompía ya con frecuencia un alto el fuego vigente teóricamente desde el miércoles pasado. Las intensas lluvias otoñales transformaron las callejuelas sin asfaltar de los campamentos y los montículos de arena construidos para su defensa en auténticos barrizales, en los que quedaban atrapadas hasta las ruedas de los jeeps.

Condiciones precarias

Para aquellos centenares de civiles que decidieron permanecer en Badaui, a pesar de los bombardeos cotidianos de los cañones sirios, las jornadas han transcurrido en sótanos y refugios carentes casi siempre de agua y electricidad, hasta que, en un momento de calma, corrían, pegados a las paredes, por miedo a los francotiradores enemigos apostados tan sólo a 800 metros de distancia, hasta sus casaschabolas, comprobaban el estado de sus escasas pertenencias y hasta aprovechaban algún tímido rayo de sol para tender la ropa.

Saná, una mujer palestina entrada en años, mientras recogía los cristales de sus ventanas esparcidos por el suelo, explicaba el domingo al periodista que optó por quedarse en el campamento porque "en Trípoli no conoce a nadie que pueda alojar a ella y su familia".

"Además", proseguía en un tono convencido, "aquí no faltan alimentos y, junto con las demás compañeras de la Unión de Mujeres Palestinas, somos útiles preparando comidas calientes para los combatientes".

No todos los habitantes de Badaui adoptaron una actitud tan militante, y la frecuencia de las explosiones, junto con el anuncio por Abu Musa, uno de los jefes dela sublevación palestina, de un inminente asalto del campamento, incitaron a unos 9.000 civiles -sobre un total de 10.000 o 12.000- a emigrar a Trípoli, cinco kilómetros más al sur, donde encontraron cobijo en escuelas y edificios públicos.

Centenares de muertos

¿Cuántos civiles, exhaustos por las largas noches de insomnio pasadas en los refugios, han perdido la vida en la carretera, hostigados cuando intentaban llegar a Trípoli en busca de un lugar seguro para sobrevivir al diluvio de fuego que se abatió sobre Badaui? Un últinici balance oficial libanés proporcionaba el domingo por la noche la cifra de 393 muertos y 905 heridos, pero la Media Luna palestina -equivalente de la Cruz Roja- subestima el número de víctimas.

Trípoli, situada a 80 kilómetros al norte de Beirut, intensamente bombardeada cuando, hace exactamente una semana, Arafat replegó su cuartel general, en el populoso barrio de Zahrieh, no ofrece, como Badaui, el espectáculo de una ciudad desierta, aunque la vida cotidiana dista de haber vuelto a la normalidad.

La mayoría de las tiendas permanecen cerradas, y sólo algunos comercios de ultramarinos, bastante mal abastecidos por lo general, ponen a la venta frutas y verduras, en previsión de nuevos bombardeos, que les impedirán nuevamente salir de los sótanos de sus casas para ir a la compra.

"Mercenarios de enfrente"

En los barrios del norte de la segunda ciudad de Líbano, con cerca de medio millón de habitantes, casi pegados a Badaui, no se ven ya transeúntes apresurados ni temerarios vendedores ambulantes de café, y sólo deambulan por sus calzadas reventadas los fedayin leales y sus aliados, miembros del grupo integrista antisirio, denominado Movimiento de Unificación Islámica, cuyos vehículos y armas pesadas, colocadas entre manzanas de viviendas sociales, enarbolan la bandera verde del Islam.

Las raras tiendas de ropa abiertas han hecho buenos negocios vendiendo sus mercancías a milicianos palestinos, deseosos de adquirir trajes civiles, en previsión de su eventual evacuación.

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