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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

EL PAIS y el vituperio

Gracias, señor, Cebrián, una vez más, por su amabilidad y cortesía, al dignarse escribirme, haciéndose eco de mis censuras. Censuras, en efecto, pero motivadas, créame usted, por lo mucho que me intersa cuanto publica ese diario. Naturalmente, la crítica -enteramente leal y objetiva, eso sí- que yo pueda hacer no significa nada. No soy ni periodista (cosa que lamento de veras, pues es una actividad que adoro) ni siquiera crítico literario profesional. Sólo soy, señor Cebrián, ese tópico y despersonálízado ciudadano de a pie del que tanto se habla ahora...Pero, repito, siento todo lo que afecta a EL PAÍS como algo mío, como algo personal e íntimo, no sé si consigo hacerme entender por usted. Y dado que ciertos exquisitos, no digo quefachas ni cavernícolas, más o, menos dolidos del éxito de EL PAÍS, el cual, con todo merecimiento está batiendo todos los récords de venta, digo que, los tales espíritus envidiosos ,o resentidos, se dedican a vituperar, menospreciar y hasta insultar todo lo que dice, comenta y escribe EL PAIS... Y eso, amigo mío, me duele, por injusto, rastrero y vil.

Soy un hombre de 65 años, y le aseguro, señor Cebrián, que, ni por simple curiosidad, me había acercado a mi quiosquero a pedirle un ejemplar de EL PAÍS siquiera para ojearlo un poco. Pero mis dos hijas, jóvenes de hoy, es decir, avanzadas, libres de tabúes y prejuicios absurdos y trasnochados, de 29 y 30 años de edad, respectivamente, compran EL PAÍS diariamente, así como mi yerno y padre de mis dos nietas... Y, así, como al desgaire, un día decidí leer EL PAÍS. Y fue tal el interés que vi en sus editoriales, en sus estupendas crónicas, en sus magníficos reportajes, en sus crónicas deportivas, musicales, literarias, etcétera, que me convertí, señor Cebrián, en el fan número uno de EL PAÍS. Y antes me quedo sin mi paquete de Ducados que sin llevarme bajo el brazo mi querido e idolatrado EL PAÍS. /

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