Feos atrás, guapos delante
El paradigma es el mallorquinista Zuviría. Los defensas, los buenos defensas, deberían ser elegidos cuanto mayor fuera su acercamiento físico a tan perfecto modelo. El gesto hosco, la mirada torva, el belfo algo protuberante. Si usted fuera extremo izquierda y decidiera correr la banda, en estricto cumplimiento de sus obligaciones contractuales, ¿qué sentimientos no se anidarían en su agitado corazón cuando oyera el mudo rugido de Zuviría acercándose a su desnuda corva?Los zagueros eran antes más feos y, en total acuerdo con esta hipótesis de trabajo, se erigían en inexpugnables valladares. Recuerden ustedes, por ejemplo, a Calleja o a Ovejero y, para no salir del mismísimo Atlético de Madrid, traigan a su memoria a aquel maravilloso Panadero Díaz, rostro patibulario, mejillas con barba de tres días, facciones desencajadas en un asimétrico rostro. Hoy, claro, aún contamos con algún magnífico ejemplar, además del paradigmático ex barcelonista. En su antiguo equipo, Víctor, con toda dignidad, hay que reconocerlo, ha recogido la antorcha dejada tras el abandono de Zuviría de esa entidad. que es más que un club. Está, también, Frankenstein Metgod, aunque, a fuer de ser sinceros, deja, en este hit parade, mucho que desear.
Hay, también, otra cotizada variante, que podríamos denominar del energúmeno. Los pertenecientes a este apartado se caracterizan por un aguerrido y musuloso físico, tirando a velludo y con anchura de espaldas siempre cercana al metro y medio. Imponen por el volumen, sin que sea necesaria la contemplación del rostro para la inmediata producción de sudores fríos en el sufrido ariete. Son, es un decir, como la masa televisiva. Es la categoría de Arteche, Goikoetxea o Kortabarría.
Los delanteros, en cambio, se llevan algo patifinos, tipo Paolo Rossi hoy, Gárate entonces. En ese grupo están, en un muy somero recuento, Hugo Sánchez o el uruguayo Da Silva. Todos despiden un cierto aroma a debilidad, una urgente llamada a la protección paternofilial, muy propia para el espectador del circo romano, que ante el artero derribo siempre apoyará a la feble bella frente a la grosera bestia. Es verdad que existen notables ejemplos de defensas de buen ver: Beckenbauer, Migueli, Juan José. Pero todos ellos muestran, obsesivamente, un irrefrenable deseo de lanzarse hacia adelante, de huir de ese torvo mundo y llegar, aunque sólo sea por unos momentos, al olimpo de la delicadeza.
Si su hijo tiene edad de entrar en el mundo del deporte y la naturaleza ha sido escasa con él en dotación de encantos físicos, no desespere: el fütbol español está ansioso de defensas malencarados. Invierta en ello. Muñoz se lo agradecerá.
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