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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Violencia en negro

Uno de los síntomas de la vitalidad del género negro es su capacidad para asimilar estilos de cineastas de muy distinta procedencia y formación. El género negro no es un corsé, sino una forma elástica que, aunque lleva dentro un código, se presta a aportaciones de todo tipo, incluidas las experimentales -como La dama del lago, ya emitida en TVE-, las del cine de autor -como los filmes negros, de Sam Fuller, del tipo de Corredor sin retorno- y las aportaciones más enrevesadas de las vanguardias europeas.A quemarropa, notable filme negro del inglés afincado en California John Boorman, es un evidente ejemplo del último caso. Boorman se formó como realizador,de telefilmes en la BBC británica, hizo un filme musical que pasó desapercibido, y en 1966 comenzó en Los Ángeles el rodaje de un guión inspirado en la novela Point blank, del especialista en novelas negras Richard Stark. Todo indicaba que el novato inglés iba a hacer un filme de serie, un simple relleno de lotes, pero Boprman, hombre de cultura cineínatográfica afinada, formado en Europa durante la eclosión de las mutaciones de estilo provocadas por la novelle vague francesa y por algunos francotiradores, como Alaín Resnais y Michelangelo Antonioni, se escapó espectacularmente de la norma e hizo un filme clásico, enrevesado y originalísimo, que recogió las tradiciones del cine negro fundacional, pero que hizo pasar a estas tradiciones por el aro de las innovaciones que el cine europeo venía lanzando y que Hollywood, atrincherado en sus rutiñas, rechazaba.

Significó mucho en su tiempo A quemarropa, pues fue el primer filme que abrió brecha en el cementerio en que el cine norteamericano se había convertido en los últimos años sesenta. De ahí que, en cierta manera, sea un filme histórico en la evolución del género negro. Sin embargo, su director, John Boorman, aunque ha realizado después otros filmes, sólo en él excelente y brutal Deliverance, rodado en 1972, volvió por los fueros de A quemarropa, aunque sin alcanzar el raro impacto de este filme.

En A quemarropa, la cadencia clásica del relato negro, que tiene algo de mecanismo de alta precisión en su estructura, se adorna con una puesta en escena insólita por tres razones. La primera es la concepcion del escenario, del espacio, por Boorman, impregnada de la idea arquitectónica que Antonioni dio a la relación entre encuadre y decorado.

La segunda es la forma, muy heterodoxa para las costumbres de la industria hollywoodense, del montaje, con sorprendentes aceleraciones, vueltas atrás y zonas de intenso reposo de la acc ión, que en ocasiones recuerdan al complejo sistema. de montaje del Alain Resnais de Hiroshima, mon amour, pese a que A quemarropa esté, como relato y como extracción literaria, en las antípodas de este filme francés.

Finalmente, la tercera causa del impacto hay que buscarla en el tenso, barroco, desmesurado y admirable trabajo interpretativo de Lee Marvin, que dio un vuelco a las pautas establecidas en la interpretación de escenas violentas, con un sentido de la crispación física que no se recordaba desde las mejores actuaciones de James Cagney. Inolvidable trabajo el suyo, junto y frente a Angie Dickinson.

A quemarropa se emite hoy a las 21.35 por la primera cadena.

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